Bolivia, de exportador a importador de hidrocarburos

Bolivia, de exportador a importador de hidrocarburos

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11 | 03 | 2024

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El descuido de un sector estratégico lleva al país andino al déficit comercial y la reducción de divisas, sin clara salida hacia delante

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Depósitos de gas en Bolivia [YPFB]

Una mala gestión gubernamental del ‘boom’ gasístico está empujando a Bolivia a una crisis financiera de difícil salida. Sin apenas reinversión en el sector de hidrocarburos durante los años de bonanza de altos precios internacionales, hoy la producción se está reduciendo de modo exponencial: en 2022 la extracción de petróleo cayó un 10,9% y un 9,2% la de gas; en 2023 el descenso fue del 15,6% y del 13% respectivamente. De exportar hidrocarburos por valor de 6.624 millones de dólares en 2014, Bolivia exportó 2.058 millones en 2023, un tercio menos de los combustibles que tuvo que importar. El acumulado déficit de la balanza de pagos ha dejado al país sin apenas divisas.

Bolivia sobreabundaba en gas hace diez años. En 2014, la producción alcanzó los 22.187 millones de metros cúbicos. Aunque el gas natural ha sido en estos años la gran baza económica y el principal valor de exportación de Bolivia, también el petróleo, si bien en volúmenes mucho más modestos, conoció su desarrollo, con una producción ese 2014 de 18,6 millones de barriles. Pero desde entonces se ha dado un progresivo declive que los últimos años se ha acelerado, cayendo a cifras que son la mitad de las de hace una década: en 2023 se extrajeron 13.390 millones de metros cúbicos de gas y 8,6 millones de barriles de petróleo, según el Instituto Nacional de Estadística boliviano.

El ‘boom’ del gas se dio gracias a las inversiones internacionales en prospección y explotación que hubo antes de la llegada al poder de Evo Morales y su Movimiento al Socialismo (MAS) en 2006. Solo meses después de alcanzar la presidencia, Morales nacionalizó el sector, dando todo el protagonismo a la estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). A lo largo de quince años, la renta lograda por el país en el negocio alcanzó los 50.000 millones de dólares, de acuerdo con el cómputo del Ministerio de Hidrocarburos y Energías. Eso ayudó a financiar el proyecto gubernamental del MAS, que ciertamente incluía un incremento del gasto social; sin embargo, el interés político cortoplacista redujo lo que debía ser destinado a reinversión, tanto para el mantenimiento de los pozos como para exploración de nuevos yacimientos. Se dio una sobreexplotación de los pozos existentes y descuidó la capitalización de YPFB. De esa negligencia deriva el complicado cuadro financiero que sufre hoy Bolivia.

El Gobierno de Luis Arce, también del MAS (aunque ahora el partido está dividido), ha intentado poner remedio con un Plan de Reactivación del Upstream lanzado en 2021 y que incluye 36 proyectos exploratorios. Arce fue ministro de Economía y Finanzas con Morales y comparte la misma prevención ideológica hacia la iniciativa privada y extranjera, lo que deja a YPFB con las aportaciones que pueda realizar el Estado como única financiación extra posible y esto probablemente sea insuficiente.

Esa misma restricción ideológica ha lastrado la explotación del litio de Bolivia, país que posee las mayores reservas de ese mineral estratégico, pero que propiamente no ha dado comienzo a su extracción. Finalmente, el Gobierno de Arce se ha abierto a la participación de empresas de Rusia y China, y tal vez podría buscar algún socio en el sector del gas. En octubre de 2023 YPFB y la venezolana PDVSA firmaron un acuerdo de colaboración por el que la primera realizará actividades en Venezuela; esa cooperación podría también revertir en sentido contrario.

Hasta hace un año, el Gobierno no reconocía la gravedad del declive del gas, un producto de orgullo nacional, pero finalmente el propio Arce ha admitido que el país ha “tocado fondo” en la producción gasística. La falta de divisas del país, que afecta a muchos ciudadanos, está directamente relacionada con la menor exportación de hidrocarburos y el Gobierno tuvo que apuntar públicamente a la causa.

Hasta agosto de 2022 la balanza comercial boliviana registraba un superávit, pero desde entonces solo ha habido tres meses en los que no se incurriera en déficit, el cual en 2023 alcanzó los 585 millones de dólares. El gas ha venido siendo el principal producto de exportación, que en 2019 supuso el 30,5% de las ventas al exterior (na cuota que se está reduciendo), por lo que su declive afecta a la balanza de pagos. Las exportaciones de hidrocarburos –básicamente gas–, bajaron a 3.050 millones de dólares en 2022 y a 2.058,3 millones en 2023, viéndose superadas por el valor de las importaciones de combustibles y lubricantes, que el año pasado fueron de 2.983,5 millones de dólares, como indica el Instituto Nacional de Estadística.

La escasez de divisas, que restringe las importaciones, ha sido acogida por el Banco Central de Bolivia con falta de trasparencia. Desde febrero de 2023 no comunica la cantidad de reservas internacionales de que dispone. Si en 2014 alcanzaron un pico de 15.500 millones de dólares, hace un año estaban oficialmente en 3.500 millones y hay quien apunta que el nivel pude haber descendido a 340 millones, sin contar el oro depositado, que legalmente no se puede monetizar. Esta coyuntura está provocando una devaluación de facto del boliviano.

Para paliar en algo la situación y poder comprar bienes en el exterior, Bolivia ha llegado a un acuerdo con China para la transacción en yuanes, lo que aumentará la relación comercial entre ambos países.

Hasta ahora, Brasil y Argentina eran los principales mercados de destino para Bolivia, debido a sus compras de gas. Pero el aumento de la producción en Argentina y la conveniencia para Bolivia de evitar un momento en el que tenga que importar gas si no reduce sus compromisos de venta al exterior, han conducido a acordar el cese del tránsito de gas de Bolivia a Argentina. Las exportaciones a este país terminarán a mediados de este año.

La perspectiva de un agotamiento de la producción de gas en Bolivia preocupa al Gobierno. El último dato de reservas probadas, de 2018, planteaba un horizonte de explotación hasta 2030 si no se añadían nuevos pozos a las operaciones en curso. Arce se ha mostrado optimista en que la exploración que se está realizando permitirá recuperar la posición en hidrocarburos hacia 2026. Mientras, las autoridades han reforzado la vigilancia para reducir el contrabando de hidrocarburos y poder ahorrar unos 250 millones al año. La gasolina, fuertemente subvencionada, se vende a mitad de precio, e incluso a un tercio, de lo que cuesta en los países vecinos.