Este proyecto plantea la rehabilitación del Frontón Beti-Jai incorporando instalaciones deportivas bajo un prisma de club deportivo que le de coherencia, con las funciones principales de piscina y spa, buscando otorgar a estos elementos un protagonismo particular en la actuación.

El Frontón Beti-Jai, construido por el arquitecto Joaquín Rucoba a finales del siglo XIX, y tras décadas estando en desuso, fue catalogado como Bien de Interés Cultural y restaurado en 2019, aunque actualmente sigue en desuso.

Se sitúa al sureste del distrito Chamberí, en el barrio Almagro, cuyo trazado urbano entra dentro de los planes de ensanche de Madrid realizados durante los siglos XIX y XX. Esta condición de ensanche con edificaciones destinados principalmente a uso residencial, sumado al excesivo protagonismo de la vía rodada, hacen que prácticamente no existan espacios públicos de calidad para la convivencia en los alrededores.

Por todo ello, en este proyecto se plantea reconvertir el frontón en un espacio público que sirva al barrio de Almagro y al distrito Chamberí, así como pudiera convertirse, mediante dicha restauración, en un lugar de interés de la ciudad de Madrid.

El edificio existente se compone de dos volúmenes principales: el volumen histórico donde se encuentra el acceso desde la calle Marqués de Riscal al que se le otorga mayor permeabilidad convirtiéndose también en núcleo vertical, y el volumen curvo del graderío, de estrecha luz, en el que se realizan pequeñas intervenciones para recoger el programa.

De esta manera, se mantiene la mayor parte de la edificación de valor histórico existente, se devuelve el frontón a la ciudad generando un jardín público accesible en su interior y se incorporan dos volúmenes escultóricos sobre el jardín, los cuales albergan los usos principales de la rehabilitación y terminan conformando el conjunto del espacio interior del Beti-Jai.

Al tratarse de un club deportivo, coexisten los usos deportivos junto con otros de relación y sede social. Asimismo, la intención de reconvertir la cancha en espacio público hace que el propio edificio también incorpore usos de ámbito más público, como son la zona de exposiciones o el restaurante.

Es así como estos usos públicos se sitúan en las plantas inferiores: la planta de acceso al edificio y la planta a cota de jardín. En la primera planta se sitúan los usos sociales, y los dos superiores se destinan los usos deportivos, los más privados. En la última planta se sitúan la piscina, la terraza y la galería, desde la que se puede observar el conjunto de la actuación al completo.

Al realizar una intervención prácticamente completa en la zona de la cancha y una mínima en el edificio, el exterior del conjunto se mantiene intacto. El volumen de acceso mantiene su fachada neoclásica, al mismo tiempo que este se permeabiliza generando un acceso más atractivo, y el paso trasero permite observar la parte trasera del volumen de las gradas de fachada neomudéjar, hasta llegar al patio trasero y poder entrar al jardín.

El interior del frontón termina albergando el jardín público desde el que se observan el brazo del antiguo graderío del Beti-Jai y los dos volúmenes escultóricos sobre el mismo, que otorgan sombra en la plaza y carácter al conjunto. Ambos volúmenes se soportan con dos grandes cerchas que cruzan el patio de lado a lado, apoyados en pilares situados en el interior del graderío y en el antiguo muro del frontón reforzado.

Los volúmenes elevados cuentan con una piel de vidrio tubular en los laterales y en la parte inferior, de manera que sean cajas de vidrio en las que se intuye lo que ocurre en el interior pero que no dejan ver con claridad a través de ellos, manteniendo la privacidad del interior.

Ese tipo de piel sumado al lucernario consigue que los usos principales del edificio estén completamente iluminados y que, tras el esfuerzo de elevarlos hacia el cielo, se logre percibir desde el interior la altura en la que se encuentra. 

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