metodo_de_estudio

Método de estudio

Introducción

Los años de estudio en la Universidad se pueden asemejar a un itinerario intelectual por el que los alumnos deben caminar. El éxito de esta peregrinación —si se puede llamar así— es fruto de la conjugación de una serie de factores que se pueden resumir en dos: horas de trabajo y método.

La finalidad del método no es únicamente maximizar las horas dedicadas al estudio, sino lograr que el paso por las aulas universitarias sea ocasión de desarrollo personal e intelectual y no únicamente un requisito para la obtención del título de Graduado.

Puede resultar atrevido tratar de concretar cómo debe ser el estudio de un estudiante universitario, ya que se trata de una cuestión muy personal. No obstante, es posible extraer una serie de principios generales que sirvan de orientación cualquier estudiante, sea cual sea el grado de curse.

Condiciones ambientales y lugar de estudio

Como se ha señalado, el éxito académico es el resultado de conjugar diversos factores. Algunos son vitales (horas y método) y a ellos les dedicaremos la mayor parte de este capítulo. Sin embargo, hay una serie de elementos ambientales que pueden ayudar o dificultar el rendimiento académico. Así, cobran especial importancia preguntas como «¿dónde estudio?», «¿solo o con amigos?». No hay recetas generales para responder a estas preguntas: cada uno debe estudiar donde más cómodo se encuentre. Y esta sí que es una regla general. Pero, ¿en qué radica la comodidad? En que sea un lugar tranquilo, silencioso, amplio, correctamente ventilado, bien iluminado y que permita la concentración. Como se ve son muchos los lugares que pueden reunir estas condiciones (mi habitación, la biblioteca de la Universidad de Navarra, la sala de estudio un Colegio Mayor, Residencia o de un Club universitario). Cada uno tiene sus ventajas y sus inconvenientes.

Estudiar exige evitar distracciones. Por ello, es difícil estudiar con música o con la radio encendida, ya que son medios de dispersión de los sentidos que dificultan la concentración. Tampoco conviene alterar los horarios naturales: estudiar habitualmente de noche nos vuelve asociales, además de constituir, en muchos casos, un riesgo para la salud.

¿Qué es estudiar?

Las dos primeras acepciones del sustantivo «estudio» en el Diccionario de la Real Academia Española son «esfuerzo que pone el entendimiento aplicándose a conocer algo» y «trabajo empleado en aprender y cultivar una ciencia o arte». Para un universitario, el estudio consiste en la labor intelectual destinada a conocer y descubrir el área de conocimiento escogida. Además, para todo universitario el estudio se corresponde con su profesión. De la misma manera que la sociedad confía en los mecánicos las tareas de reparación y mantenimiento de vehículos, la sociedad permite a los universitarios retrasar su incorporación al mercado laboral a cambio de adquirir una particular formación. En este sentido se puede decir que un estudiante es un profesional del estudio, con toda la responsabilidad que eso lleva consigo.

No es infrecuente que, sobre todo al comenzar su carrera, los estudiantes se pregunten: «¿cuántas horas debo dedicar al estudio?» En la Universidad la unidad de medida de las titulaciones es el crédito. Desde 1992 y hasta la reforma de los planes de estudio de 2009, un crédito equivalía a 10 horas lectivas, es decir, a 10 horas de clase. Con ocasión de los cambios acaecidos en la Universidad para la adecuación de sus títulos al Espacio Europeo de Educación Superior (comúnmente conocido como ‘Bolonia’), el crédito —ahora llamado ECTS (European Credit Transfer System)— ha pasado a ser equivalente a unas 25 horas de trabajo del alumno. Este cambio pretende llevar a cabo una transformación de la Universidad para hacer que el alumno (y no el profesor) sea el protagonista de sus estudios universitarios. La medida de trabajo ya no pivota sobre el docente y sus horas de clase, sino sobre el alumno y el tiempo que éste requiere para madurar y conocer una materia.

Entonces, ¿de cuánto tiempo estamos hablando? No es posible fijar un número preciso de horas de estudio para todos los alumnos, aun cuando los profesores traten de adecuar sus asignaturas al número de ECTS correspondientes. De esta forma, si un curso en la Universidad de Navarra está configurado para que su carga docente sea de 60 ECTS, el número de horas de trabajo del alumno debe ser de 1.500 horas entre los meses de septiembre y mayo. Si el curso académico está dividido en dos cuatrimestres y cada uno está compuesto, aproximadamente, por 14 semanas lectivas y 3 de exámenes finales es fácil concluir que la media de estudio y trabajo del alumno no debe ser inferior a 45 horas semanales. Este número sería difícil de alcanzar si no fuera porque se incluyen también las clases.

Como se ha señalado, las 45 horas semanales son de trabajo y no necesariamente de estudio. Estudio y trabajo no son sinónimos perfectos: todo estudio es trabajo, pero no todo trabajo es estudio. De todas maneras, en aras de una mayor claridad, utilizaremos en adelante ambos términos indistintamente, pues no siempre es fácil distinguirlos en la práctica. El proceso de maduración intelectual de un estudiante no sólo implica el dominio de una serie de conocimientos, fruto de un laborioso proceso de comprensión y retención. Exige, al mismo tiempo, el desarrollo de una serie de aptitudes intelectuales y capacidades que permitan una asimilación crítica de los conocimientos (preguntándose el “por qué” y el “para qué” de lo que se estudia) y su correcto empleo en la resolución de problemas. Por ello, es habitual que se exija a los alumnos la realización de casos prácticos y otras actividades que, sin ser estrictamente estudio, lo requieren (las soluciones a los problemas prácticos parten de la teoría) y lo refuerzan (aquel conocimiento práctico que no se sabe cómo «aplicar» realmente no se llega a adquirir).

Tan importante como dedicar semanalmente el número de horas adecuado a las tareas académicas es saber cómo estudiar. 

Fases del estudio

Para un universitario el estudio es su profesión. Como realidad dinámica, el estudio  evoluciona en función de las circunstancias (realización de prácticas, lectura de textos, preparación de trabajos, proximidad de exámenes parciales o finales, etc.). Ello exige su adecuación a un calendario que, en muchas ocasiones, viene dado, y su estructuración en diferentes fases:

metodo_de_estudio_fases

Al principio de curso se hace público el cronograma conjunto de todas las asignaturas. Se trata de un documento básico para organizar el estudio del cuatrimestre. En el cronograma aparece el calendario de las prácticas, exámenes parciales y actividades evaluables. Por ello, se debe utilizar como una herramienta de planificación del estudio. 

El cronograma general es el punto de partida para la distribución del tiempo semanal entre las distintas asignaturas, de manera que el avance en todas ellas sea acompasado. Dicho con otras palabras, el cronograma ayuda a repartir las 750 horas de trabajo de cada cuatrimestre de manera tal que logremos un crecimiento armónico de nuestros conocimientos.

Sobre la base del cronograma, corresponde a cada estudiante organizar su plan de trabajo personal.

Desde la perspectiva del estudio del alumno, las clases constituyen su epicentro, un elemento insustituible que hay que saber integrar en el trabajo diario de las diferentes asignaturas. En este sentido, una hora de clase bien aprovechada equivale habitualmente a varias horas de estudio personal

Para aprovechar bien las clases el alumno debe intentar ser un oyente activo, tratar de captar la evolución del discurso del profesor esforzándose por entender lo que dice, pensarlo y tomar apuntes. Y para ser un agente activo es preciso preparar la clase con el estudio de la materia. La consulta frecuente del cronograma facilita este trabajo previo.

Si las clases se desarrollan durante los cinco días de la semana, lo propio del estudiante es que invierta todos los días un tiempo para leer y subrayar los libros, materiales impresos y apuntes o notas que ha tomado en clase. Aunque hasta ese momento no nos hubiéramos dado cuenta, nuestro cerebro guarda todavía muchos detalles de esa clase: el tono de voz del profesor, la pregunta de un compañero y su respuesta, el ejemplo que utilizó el profesor para ilustrar tal o cual cuestión, etc. Leer los apuntes, materiales de clase o capítulos tratados ese mismo día nos permitirá mejorarlos, completarlos y dar el significado preciso a un símbolo, una abreviatura, una glosa que únicamente aparece incoada en nuestros apuntes. No suele ser eficaz llevar a cabo este proceso mucho tiempo después de la clase. No recordaremos por qué motivo el profesor explicó esa cuestión de aquella forma, o cuál es la razón de ser de ese ejemplo o su conexión con la materia explicada. En definitiva, estaríamos desperdiciando el esfuerzo.

En esta fase del estudio, el alumno sólo —y no es poco— tiene que ser consciente de si entiende y comprende lo que el profesor ha explicado o si, por el contrario, hay alguna laguna que debe completar o alguna duda que resolver. No es éste el momento de memorizar, sino de leer, comprender la materia y, a lo más, de subrayar las ideas más importantes. Se trata, en definitiva, de ir estructurando intelectualmente los contenidos explicados en clase o desarrollados en los materiales docentes o en los manuales de referencia.

Subrayar es un arte que consiste en destacar y descartar con sentido crítico la información recibida. Se destacan las frases esenciales y palabras claves de un texto y se descartan las demás. Esta forma de proceder es útil para comprender la organización de las ideas y la estructura de una lección a través de la jerarquización de la información. Así se logra fijar la atención de una forma sencilla y rápida en las ideas principales de un texto. Además, sobre la base del subrayado será posible, en el futuro, repasar mucha información en poco tiempo.

Para que el subrayado sea eficaz es necesario realizarlo con limpieza y corrección. Por ello, no conviene hacerlo en la primera lectura, porque podríamos subrayar, sin darnos cuenta, ideas secundarias que no expresen realmente el contenido del tema. Tampoco es razonable subrayar todo o casi todo el texto, ya que esto implicaría una falta de sentido crítico, una incapacidad para distinguir lo principal de lo accesorio. Para diferenciar las ideas principales de las secundarias es útil emplear dos colores, puesto que de un modo gráfico se capta la distinta importancia de la información.

A partir de un buen subrayado se puede elaborar un buen esquema. Hacer esquemas es un arte que exige desarrollar las capacidades de análisis y de síntesis. Además, los esquemas son una herramienta especialmente útil para memorizar los conceptos e ideas fundamentales, siempre que sean de elaboración propia.

Por otra parte, dado que en todas las asignaturas de la carrera los alumnos cuentan con materiales docentes impresos, o manuales de referencia para su preparación, la pregunta tradicional acerca de la conveniencia o no de “pasar apuntes a limpio” carece de sentido. Si el alumno, como se ha dicho ya, y se insistirá más adelante, prepara las clases a través de los textos recomendados, sus apuntes no serán ya la fuente primera o principal para el estudio de la asignatura, sino más bien unas notas ordenadas que ayudarán a la comprensión y estudio de los materiales aportados por el profesor.

Esta es la fase que, bien entendida, distingue al buen estudiante. Tras el subrayado hay que guardar los apuntes y materiales de clase trabajados y dejar que reposen hasta que tengamos el suficiente material para ver una lección completa o una parte autónoma si la lección es muy extensa. A la hora de repasar hay que tratar de interiorizar la materia de una asignatura para poder alcanzar un conocimiento general y profundo de ella y, de esta manera, poder relacionar de una forma natural lo que ya se sabe con los nuevos conocimientos. 

La clave del estudio radica en repasar, en asimilar poco a poco las materias hasta hacerlas propias y no tanto en memorizar de manera inconexa una serie de datos que, antes o después, se olvidarán. El mejor modo —y tal vez el único— de interiorizar una asignatura es repasar, es decir, volver a ella repetidas veces a lo largo del cuatrimestre. De esta manera iremos ganando en profundidad de una forma natural, encontraremos el hilo conductor de la asignatura, su coherencia interna, las cuestiones más importantes y las que son menos. De manera progresiva, recordaremos detalles cada vez más secundarios.

Dada su importancia en los estudios universitarios, el repaso debe ocupar un lugar central en el conjunto del trabajo académico. Para repasar correctamente resulta esencial la planificación del cuatrimestre conforme a lo expuesto en el apartado a). Si no hay orden y planificación, los quehaceres más urgentes terminarán por ahogar los más importantes. Dedicaremos, así, un tiempo desmedido a la realización de prácticas y actividades que sólo adquieren sentido en este proceso más general de estudio del que estamos tratando. Los medios docentes se habrán convertido en fines que dificultan paradójicamente la adquisición de una sólida formación universitaria. Habremos desperdiciado el tiempo y el esfuerzo.

Resulta innegable que la memoria desempeña un papel importante en la formación intelectual.

Memorizar consiste en recoger un contenido en la mente y afianzar su conservación para evocarlo con posterioridad. Se trata de una tarea árida, costosa y de resultados inciertos, casi caprichosos. Justamente por la incertidumbre de la memoria no cabe pasar directamente de las labores de subrayado a las de memorización omitiendo la fase del repaso, ya que es en ese momento cuando se asimila una materia.

Como se ve, el estudio es un proceso de dentro a fuera. Es un proceso que se inicia con la interiorización de una serie de ideas, argumentos, principios, requisitos más o menos lógicos que acaban por volcarse ad extra. No basta, por tanto, con percibir lo lógico que es que el comprador tenga que pagar el precio en el contrato de compraventa o que el contrato suscrito por una persona con una deficiencia psíquica grave plantea problemas de validez, sino que es preciso saber, recordar, memorizar que el comprador podrá pagar hasta el requerimiento resolutorio del vendedor conforme al artículo 1504 CC o que la acción de anulación tiene un plazo de prescripción de 4 años mientras que este plazo no existe en los casos de nulidad radical del contrato.

La memoria nos permite retener un dato que es para nosotros novedoso, pero no sirve para retener ideas que previamente no han sido entendidas o procesadas por el entendimiento. Además, si ese dato que fija nuestra memoria es importante para nuestro futuro, deberá ser interiorizado para no ser olvidado, de la misma manera que no se nos olvida el día de nuestro cumpleaños.

Al memorizar resulta poco útil la repetición mecánica y sin sentido de textos a través de simples reglas mnemotécnicas, porque las más de las veces estas prácticas generan confusión, desesperación y agotamiento mental. Por el contrario, memorizar es una operación que exige relacionar lo que se aprende con lo que ya se sabe, es decir, integrar conocimientos por analogía, contraste o similitud.

Con base en los anteriores planes de estudio, las cinco fases del estudio (planificación, asistencia activa a las clases, lectura y subrayado, repaso y memorización) eran, prácticamente, una sucesión cronológica. La razón de ello era que la evaluación de la asignatura se hacía a través de un único examen al final del semestre.

Tras la implantación del nuevo Grado, la evaluación se divide en una serie de actividades calificadas que tienen lugar a lo largo del semestre (exámenes parciales, prácticas, trabajos, exposiciones, debates, etc.) que reducen la relevancia cuantitativa del examen final. Estos sistemas de evaluación continua exigen al alumno un mayor grado de compromiso y de responsabilidad en su formación académica. Otra consecuencia de la multiplicación de las actividades evaluadas es que la planificación del estudio pasa a tener una importancia mayor, ya que el universitario debe compatibilizar un estudio intenso para asimilar la materia de los diferentes exámenes y pruebas con un trabajo más distendido —menos urgente pero no por ello menos importante— para entender, comprender y subrayar los temas de las diferentes asignaturas, al margen de su evaluación inmediata.

El estudio en el Espacio Europeo de Educación Superior es, por tanto, un continuo ritorno: una evolución cíclica en la que el repaso y la memorización se suceden varias veces a lo largo de cuatrimestre. Este carácter cíclico del estudio requiere que el alumno tenga claro el cronograma para saber en qué momentos debe repasar y cuándo debe memorizar.