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Las relaciones personales de Palafox: correspondencia con Gonzalo Bravo Grajera (I)


Foto /Palafox ante su bufete, en disposición de escribir. Cabecera del capítulo primero de su Vida Interior en el tomo I de sus Obras Completas de 1762

Uno de los aspectos que nos ayuda al conocimiento y contextualización de los personajes históricos, en sus entrañas, es el de sus relaciones personales e institucionales, que podemos rehacer gracias a documentación de diferente carácter y procedencia, destacando la correspondencia. En palabras del obispo virrey, Juan de Palafox, en una misiva al padre general de los carmelitas descalzos, en referencia a sus comentarios al epistolario de santa Teresa, “en las cartas familiares se derrama más el alma y la condición del autor y se dibuja con mayor propiedad y más vivos colores su interior y exterior”.

Nos detendremos, en esta ocasión, en lo que ocurrió con un personaje de primera línea de su época, como gran parte de los que le tocó relacionarse, a través de algunas cartas inéditas. Se trata de don Gonzalo Bravo de Grajera (1605-1672), licenciado en leyes por Salamanca, asesor de Felipe IV en cuestiones de estado, consejero y fiscal de la Inquisición, obispo de Palencia (1665-1671) y de Coria (1671-1672) y escritor, del que apenas sabíamos por el padre González de Rosende, biógrafo de Palafox, que figuraba en las últimas disposiciones testamentarias del obispo de Osma, concretamente con esta cláusula: “Al señor don Gonzalo Bravo Gragera, del Consejo de la Inquisición de quien yo he sido y soy tan antiguo servidor, desde luego he entregado para su señoría un santo Cristo de marfil con una caja de ébano aforrada en terciopelo, con el ejercicio de las virtudes y santos, que es el que tengo junto a mi cabecera, en cuyos pies he de morir y dar el último aliento de mi vida. Y Dios le dé su bendición y ruegue por mí a su Divina Majestad. Y al señor Inquisidor General le suplique de mi parte que, de limosna, me encomiende a nuestro Señor, como tan ejemplar prelado”. El texto no deja dudas sobre la profunda amistad entre ambos, amén del significado de aquella imagen, unida con el ejercicio piadoso de la práctica de las virtudes, en una unión de palabra e imagen. Cristina de Arteaga lo menciona por haber sido testigo de uno de los prodigios en torno al Niño Jesús traído por Palafox desde Flandes, cuando ambos estaban en oración ante la imagen, antes de partir Palafox para las Indias, y el velón que alumbraba la estancia se apagó por falta de aceite. El obispo le pidió al Niño Jesús que remediase aquello, comenzando el velón a rebosar líquido “de suerte que no sólo se llenó, sino con virtud oculta crecía y subía hacia arriba y se derramaba por fuera y se llenó una ampolleta de vidrio de aquel aceite”.

Las relaciones entre ambos pudieron arrancar, con gran probabilidad, en los tiempos de estudiantes, pues ambos eran coetáneos y habían estudiado en Salamanca, aunque Bravo era un poco más joven. Al enumerar a los condiscípulos de aquel momento, nada nos dice el padre Argáiz, en la primera biografía palafoxiana, en donde sí que señala a otros personajes que coincidieron con él en las aulas salmantinas.

Lo que es seguro es que ambos coincidieron en la corte del cuarto de los Felipes. La familiaridad que se traduce en cinco cartas conservadas de las que envió Bravo de Grajera a Palafox, es un indicio claro de una convivencia e incluso de una sintonía en vida espiritual. De Palafox a Bravo Grajera, apenas conservamos una carta, con la particularidad de que va dirigida a otros confidentes en fecha tardía, en agosto de 1647. Veamos las del inquisidor al obispo de Puebla.

La primera está fechada en Palermo el 18 de marzo de 1644 (Archivo Infantado, Palafox, leg. 31, núm. 45). En aquella ciudad se desempeñó Bravo como Inquisidor y presidió junto a otros dos inquisidores el auto de fe de 9 de septiembre de 1640 frente a la catedral de Palermo, uno de los más grandes celebrados allí en el Seiscientos. En ella le da cuenta de lo ofensivo que resultaba el memorial que había escrito el virrey Escalona contra Palafox, dándole noticias de Italia, España y Europa. Si aquel escrito le disgustó por lo que tenía de calumnioso y malicioso, al recibir la carta de Palafox le confiesa que le tenía más envidia que lástima, “porque habiendo obrado con tanto valor y fidelidad,  ninguna calumnia puede llegar a oscurecer la prudencia y celo con que se ha portado vuestra Señoría Ilustrísima en servicio del rey, y cuando esto se ha conseguido, todo lo demás es menos a los ojos de los que saben con cuanta espera, prudencia y conocimiento ha obrado siempre”.

De especial interés resultan las diversas noticias que le da de los estados italianos, la corte papal, Flandes y Nápoles, en un contexto de guerra. Respecto al papa afirma: “El pontífice se dijo este mes de enero que estaba muy al cabo, de cuya enfermedad ha quedado baldado de las piernas, pero despacha en la cama, si bien con pocas esperanzas de su vida”. A Urbano VIII apenas le quedaban unos meses de vida, pues falleció en julio de aquel año de 1644. Sobre Flandes, le dice que iba a gobernarlo el hijo natural del rey, don Juan de Austria, “a quien habló vuestra Señoría Ilustrísima cuando veníamos de San Bernardino”. Le informa que estaba esperando licencia para volver a España, lo que veía con posibilidad con el nombramiento como Inquisidor General a su compaisano extremeño don Diego de Arce y Reinoso.

La segunda carta de Bravo Grajera se fecha el 26 de febrero de 1645 (Archivo Infantado, Palafox, leg. 32) y también está escrita desde Palermo. En el primer párrafo se queja de no tener noticias precisas sobre su salud, prosigue dándole cuenta de su deseo de regresar a la península con estas palabras: “Con el deseo que tengo de volverme a España por asistir a mi madre, principalmente en tiempo que se padece tanto en Extremadura con la guerra de Portugal, he suplicado al consejo y al señor don Diego de Arce, inquisidor general que me pasasen a Llerena y habiéndose hecho grandes diligencias por los amigos del Consejo y por don Bernardo de Ipeñarrieta que está en Órdenes, no se ha podido conseguir o, porque no creen en la causa, o porque se persuaden que es melancolía, o porque no desampare este Tribunal, habiendo el señor inquisidor general dado a entender que desea llevarme al Consejo y aún me dice por arzobispo desta ciudad, que habiendo muerto el fiscal Salgado me propuso el Consejo para aquella ocupación, a que respondió el señor inquisidor general que lo haría de muy buena gana si no estuviera tan lejos y no fuese tan necesario el fiscal para unas causas que instaban. Con lo cual me parece que me dejan en Sicilia y despacio y aunque lo siento sumamente, me conformo con el gusto destos señores porque debe ser así la voluntad de nuestro Señor. Hasta ahora no tengo más renta que los gajes y, aunque son cortos, lo paso medianamente y sin cuidado porque no sé cual es mejor el ser rico o pobre”.

Al memorial citado en la carta de 1644 se volverá a referir en esta carta de febrero de 1645, dando cuenta del fallecimiento del marqués de Moya, hijo del marqués de Villena, virrey de Nueva España entre 1640 y 1642, depuesto con orden real por Palafox. Concretamente afirma en referencia a padre e hijo: “Dios los haya perdonado y no quisiera que hubiese sido castigo de Dios contra los auctores de aquel memorial”.

En cuanto a noticias de aquellas tierras sicilianas, le comunica que el Almirante había pasado a ser virrey de Nápoles por abril de 1644 y había llegado allí el de los Vélez, dando a entender que creía que duraría poco, porque haber sido nombrado ayo y mayordomo mayor del Príncipe. Entendía que el de Chinchón vendría como sucesor. Y aquí se deja deslizar el favor que le pide, porque añade: “Creo que es amigo de vuestra señoría ilustrísima y no se perdería nada en que le escribiese”.

Por lo que respecta a Italia, le hace saber que, en su opinión, todo se iba serenando tras la muerte de Urbano VIII, en el nuevo pontificado de Inocencio X, juzgando aquella elección como “muy a gusto del rey y aún el confiesa que se lo debe todo y hasta ahora se ha mostrado muy favorable a España”. Añade que los Barberini estaban muy abatidos: Antonio retirado y Tadeo no parece solo, quedando en Roma sólo Francisco “sin mucho lucimiento”. Entre las noticias un tanto preocupantes le relata lo ocurrido en Malta así: “Con ocasión de haber tomado estos días los de Malta dos bajeles en que iba un Privado del turco en Romería a la casa de la Meca tan rico de dinero y joyas que dicen que valía la presa más de tres o cuatro millones. Se ha enojado tanto el Gran Turco que dicen que está armando muchos bajeles y galeras para venir sobre Malta, de que están con mucho cuidado Nápoles y Sicilia. Malta se está proveyendo de víveres y municiones de prisa. Y si la intención fuese sólo contra Malta no hay que temer porque está incontrastable según dicen los que la han visto y sería providencia de Dios haber gastado, dos años ha, muchos millares de ducados en repararla y haber aumentado muchas fortificaciones”.

Por último, le informa que con el virrey, marqués de los Vélez, había llegado Alejandro Vidal de Blanes, al que recomienda con este párrafo: “aquel caballero que hospedé en Murcia y cierto que es bonísimo y muy amigo mío y así le procuro servir en cuanto puedo por pariente de vuestra señoría ilustrísima y entiendo que si va a Madrid el marqués sería bueno que vuestra señoría ilustrísima le diese su agencia y aún le he hablado en ello porque lo hará tan bien como el bueno don Antonio de Belvis y aseguro a vuestra señoría ilustrísima que se le puede fiar muy bien por su inteligencia y autoridad que es camarada del marqués y le estima mucho”.

 

BIBLIOGRAFÍA

ÁLVAREZ DE TOLEDO, C., Juan de Palafox, obispo y virrey, Madrid, Centro de Estudios Europa Hispánica-Marcial Pons, 2011

ARTEAGA Y FALGUERA, C., Una mitra sobre dos mundos. La del Venerable don Juan de Palafox y Mendoza, Sevilla, Gráficas Salesianas, 1985

FERNÁNDEZ GRACIA, R., En las entrañas del atardecer en Puebla. Deberes y afectos encontrados, New York, Institute of Golden Age Studies / Instituto de Estudios Auriseculares, 2020

ISRAEL, J. I., Razas, clases sociales y vida política en el México colonial 1610-1670, México, Fondo de Cultura Económica, 1996

LOBATO FERNÁNDEZ, A., “Con mitra de obispo y alma de inquisidor. Estudio de la figura de don Gonzalo Bravo Grajera, prelado de Palencia (1665-1671) y de Coria (1671-1672)”, Nuevas perspectivas de investigación en Historia Moderna: economía, sociedad, política y cultura en el mundo hispánico, coords. M. A. Pérez Samper y J. L. Beltrán Moya, Madrid, Fundación Española y Historia Moderna, 2018, pp. 378-387