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La Virgen del Pilar en Navarra


FotoJ. L. Larrión/tico de un retablo fingido con la representación de la Virgen del Pilar en San Francisco de Viana, por Francisco del Plano, c. 1715-1720

La devoción hacia la Virgen del Pilar en Navarra es multisecular y más patente desde los sucesos milagrosos del siglo XVII. El milagro de Calanda (1640) y su patronato sobre Zaragoza (1642) y Aragón (1678) fueron hechos que no pasaron inadvertidos en tierras navarras. Además, hay que tener en cuenta que la imagen zaragozana es una escultura de estilo gótico franco-borgoñón de hacia 1435, atribuida al imaginero de Daroca Juan de la Huerta que, probablemente, fue donada por Dalmacio de Mur, con el mecenazgo de doña Blanca de Navarra, mujer de Juan II de Aragón, a raíz de la curación de una enfermedad que había aquejado a la reina por aquel tiempo.

Ermitas, retablos, imágenes de madera y alabastro, pinturas sobre tabla o lienzo, estampas, medidas, agnus y otros objetos de veneración popular son fieles testimonios que nos hablan de devociones, tradiciones y promotores. De modo muy particular hay que mencionar las cofradías pilaristas en Navarra. Gregorio Silanes, en su estudio, recoge las existentes a fines del siglo XVIII, localizadas en Pamplona, Tafalla, Sangüesa, Falces, Arróniz y Lerín.

Ermita de la Virgen del Pilar en Ciga
Ermita de la Virgen del Pilar en Ciga

Respecto a las ermitas de su titularidad destacan la de Urzante, Lecumberri y las de tierras baztanesas, en donde apenas se encuentran advocaciones locales marianas, como en el resto de Navarra. Las ermitas de Garzain -reedificada en 1816- y Maya muy reformada en 1879, así como la situada en el señorío de Egozcue, en Ciga, dan buena cuenta del fervor pilarista en el Valle.

Una ermita con especial culto fue la de la Virgen del Pilar del Puerto de Osquía en Atondo, erigida en 1570 por Pedro Atondo. Curiosamente y pese a llevar la advocación del Pilar, los grabados de la imagen no presentan ninguna de las características iconográficas del icono zaragozano.

El tipo iconográfico

En la práctica totalidad de los ejemplos de representaciones pilaristas, se sigue el célebre prototipo zaragozano, en el que María aparece erguida sobre la columna y peana de ángeles. Figura como Reina y Madre, coronada, con regio vestido de tipo gótico de gran recato, abotonado desde la cintura y con el cuello alzado y también abotonado. La larga vestidura o túnica se ciñe con un cinturón y deja ver en su parte inferior el calzado. Un gran manto le sirve de capa y envuelve a la figura a la vez que le sirve de tocado. Con la mano derecha sostiene un amplio pliegue y con la izquierda al Niño, que se apoya también en la cadera y brazo maternos. El Niño Jesús aparece desnudo y sujeta un pájaro, acaso la paloma simbólica de la divinidad o del alma humana.

Retablo de la Virgen del Pilar en la parroquia de Arróniz, obra del escultor de Sesma Ramón Villodas. 1774. Foto G. Martínez Laparra
Retablo de la Virgen del Pilar en la parroquia de Arróniz, obra del escultor de Sesma Ramón Villodas. 1774. Foto G. Martínez Laparra

La iconografía pilarista se difundió en las artes visuales a través del mencionado arquetipo de la basílica al que nos acabamos de referir y los milagros de la Virgen, singularmente el de la Venida -tema fijado desde fines del siglo XV en lo fundamental y recreado posteriormente con numerosas variantes- y el de Calanda. Hay que tener en cuenta que el tema de la Venida llegaría a representarse no sólo en pintura y escultura en tierras de la monarquía hispánica, sino en los reversos de los Agnus Dei céreos, como los de Inocencio XIII y Clemente XII, en 1722 y 1737, respectivamente.

La columna o pilar de jaspe, frecuentemente adornada con una cruz, es su principal elemento de identificación iconográfica. En numerosas ocasiones la imagen aparecerá con el tradicional manto que se cambia a diario y se coloca a mayor o menor altura y recubierto con más o menos joyas, dejando ver el Niño e incluso la imagen. Al respecto, hay que recordar que en un inventario de 1577 se contabilizaban setenta y dos mantos y que aún siendo una prenda habitual en las imágenes vestideras, en el caso del Pilar posee la peculiaridad de su corte y disposición entre la reliquia de la columna y la imagen prototipo, características ambas que lo convirtieron en un signo de identidad de la iconografía pilarista. Otra alusión casi siempre presente en las reproducciones grabadas, pintadas o de otras técnicas de multiplicación de las imágenes es el camarín, con la evocación celestial a la que cooperan los ángeles.


Tabla de la venida de la Virgen del Pilar en el retablo mayor de Inza, obra del taller de los Oscáriz del siglo XVI. Foto M. J. Tarifa

En la capital navarra

Pamplona ha contado y aún conserva un buen conjunto de iconografía pilarista. El último siglo ha estado marcado, entre los devotos de la Virgen del Pilar, por la reproducción en mármoles de la Santa Capilla de Zaragoza, que se encuentra en la pamplonesa parroquia de San Nicolás (1912). Sin embargo, el culto pilarista en el citado templo tuvo varios hitos a lo largo de los siglos. Entre ellos figura la construcción del primitivo retablo en 1675 por Miguel de Bengoechea, por encargo de un navarro residente en la capital aragonesa, Miguel de Labiano. El retablo se puede identificar con el actual del Corazón de Jesús, por el estilo y la presencia en el ático de San Pedro Arbués -por cierto, convertido en san Ramón Nonato en una intervención más que discutible-, tal y como se especificaba en el contrato de la obra. El motivo de haber recibido Bengoechea este encargo deberá ponerse en relación con sus estancias en Zaragoza, vinculadas a las obras reales.


Imagen de la Virgen del Pilar del segundo cuarto del siglo XVII en las Clarisas de Tudela. Procede del convento de Fitero a donde había llegado de Calatayud

En la sacristía capitular de la catedral se conserva una imagen en plata de la Virgen del Pilar, custodiada en una de las hornacinas rococó del conjunto. Junto a la imagen se conserva un trozo de tierra del lugar de la aparición de la Virgen en Zaragoza.

En el coro alto de las Agustinas Recoletas cuelga una pintura en un delicado marco de madera rizada de mediados del siglo XVII. En la sala capitular del mismo convento se conserva una escultura de la Virgen del Pilar, donativo del conde de Grajal a la comunidad, con motivo de la visita de Felipe IV a Pamplona. En el inventario de 1647 se anota así: “una imagen de escultura de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, que nos envió el conde de Grajal, en agradecimiento de haberle hospedado en el cuarto cuando estuvo su Majestad en esta ciudad”.

En la parroquia de San Lorenzo y en un ático de un colateral de las Carmelitas se pueden contemplar también imágenes de la Virgen del Pilar.

La devoción de los pamploneses y navarros se acrecentó gracias a las numerosas peregrinaciones al Pilar de Zaragoza celebradas con gran pompa e incluso con himnos especialmente compuestos para la ocasión. El Boletín de la Diócesis da cuenta de las de 1880, 1904, 1906, 1908, 1912, 1916, 1920, 1922, 1923, 1924, 1928… etc.

Imágenes y retablos, lienzos y relieves de la Aparición a Santiago

Retablos dedicados a la Virgen del Pilar, con titularidad histórica, han tenido templos de Pamplona, Tudela, Arróniz, Cirauqui, Estella, Lerín, Otiñano, Artajona, Santacara, Navascués, Sangüesa, Uztárroz, Lacunza, Cascante, Cortes y Valtierra. El monasterio de La Oliva contó también con un retablo, obra que Madrazo atribuye a Ramos Benavides o a Manuel Guiral. En otras iglesias se pusieron bajo su titularidad, generalmente con imágenes nuevas de Olot, algunos retablos antes dedicados a otros santos.


Detalle de la sacra de las Benedictinas de Estella, realizada en Zaragoza por Antonio Lastrada, 1744

En tierras de Navarra, tan vinculadas al Camino de Santiago, la escena de la aparición de la Virgen al apóstol la encontramos en distintas localidades. De particular importancia por su cronología es una tabla del retablo renacentista de la parroquia de Intza que representa la Venida de la Virgen a Zaragoza. Recientemente, María José Tarifa ha estudiado el conjunto, atribuyéndolo al taller de los Oscáriz y se ha detenido en la importancia que reviste la citada tabla, señalando fuentes grabadas que la pudieron inspirar. Un poco anterior en el tiempo, a mediados del siglo XVI, se debe datar un relieve en alabastro policromado conservado en una colección particular de Tudela.

En la parroquial de Santiago de Puente la Reina encontramos el pasaje de la Venida de la Virgen por obvios motivos de relación con el apóstol. Su autor fue Francisco Sainz de Barahona, que en 1742 se comprometió a tallar dos historias para el banco del citado retablo, una con la Venida del Pilar y otra con la Degollación del apóstol, además de otras esculturas.

En Corella sendos lienzos representan el pasaje, uno conservado en el Museo Arrese y otro en el retablo de la Virgen del Amor Hermoso de la parroquia de San Miguel. En Viana se encuentra un hermoso relieve tardorromanista del escultor Juan de Bazcardo en el retablo del Crucificado. En Arróniz, en donde la Virgen del Pilar cuenta con retablo propio rococó, se encuentra un relieve de la aparición en el retablo de la Virgen del Rosario. En las Concepcionistas de Estella se guarda un gran lienzo dieciochesco con el mismo tema de gran aparato.

Imágenes de especial calidad se conservan en Cortes, Arróniz o Tudela.  La primera de ellas es, como se sabe, una obra realizada hacia 1500 en Malinas de Brabante, importante foco de producción y exportación durante la segunda mitad del siglo XV y primeras décadas del XVI. En torno a esta imagen, existe una piadosa tradición que la relacionaba con una donación al regreso de la reina doña Blanca de una peregrinación al santuario del Pilar de Zaragoza en 1433. La de Arróniz se caracteriza por el dinamismo de su manto y entre las conservadas en Tudela, destacaremos por su delicadeza la de las Clarisas, antes en el convento de Fitero y con anterioridad en las Clarisas de Calatayud.

Asimismo, sobresalen algunas imágenes y relieves de plata. Entre ellas destacaremos la que decora el nudo de la custodia de Urroz-Villa y la que se encuentra en una elegante sacra de las Benedictinas de Estella, obra del platero zaragozano Antonio Lastrada (1744).

En la iglesia de los Franciscanos de Viana se conserva una imagen pintada por Francisco del Plano dentro del conjunto de retablos de perspectiva o trampantojo, que pasan por ser un conjunto único en su género en la Comunidad Foral.

Por lo que a exvotos se refiere, la parroquia de Lerín cuenta con uno que refiere el milagro obrado en la persona de Pedro Ibiricu que presenciaba en aquella villa los toros desde la torre el día de la Virgen del Pilar, cayendo desde una altura de “ciento y cinco pies” y quedando ileso, en 1709.