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La nueva explosión de la sostenibilidad tras su llegada definitiva a los consejos de administración

Este post resume los principales hallazgos y conclusiones del Trabajo Fin de Grado del autor, presentado en la Universidad de Navarra el 16/04/2021

CULTURA, LIDERAZGO Y COMUNICACIÓN/ Marcos Taboada

Al hacer clic en este enlace se puede acceder al documento original completo.

Durante 2019, llegaron tres comunicaciones que hacían presagiar una nueva ola de expansión de la Sostenibilidad que implicaba su penetración en la élite de los consejos de administración. En primer lugar, la carta que BlackRock, la mayor firma de gestión de fondos del mundo, dirigía a los CEOs de las empresas en las que invierte, abogando por la vinculación intrínseca entre la rentabilidad y el propósito de las empresas. Más tarde, llegaría la declaración de la Business Roundtable, foro que congrega a los CEOs de las mayores compañías de Estados Unidos, en el que se reconocía el deber de las empresas de implicarse en la generación de valor para todos sus stakeholders. Finalmente, el World Economic Forum de Davos reformulaba su Manifiesto en enero de 2020, definiendo que el propósito de las empresas es la creación de valor compartido y sostenido.

Estos compromisos hacían ver que, por fin, las grandes corporaciones reconocían la importancia del propósito y de la creación de valor para los stakeholders en el contexto económico y social actual. No obstante, ¿por qué este reconocimiento generalizado no ha sucedido hasta 2019, cuando el debate está presente en la academia desde hace más de 70 años?

La respuesta la encontramos mirando hacia cuatro motores que han impulsado el desarrollo de la RSC y la Sostenibilidad a lo largo de su historia hasta lo que es hoy en día.

1. Las empresas cuentan hoy en día con un know-how suficiente –pero no inmejorable– sobre el cuál afianzar su cambio hacia un modelo más sostenible y que ponga en valor a los stakeholders. 

Por un lado, el desarrollo teórico de la disciplina ha evolucionado desde el nacimiento de nociones como la responsabilidad social, los stakeholders o la rendición de cuentas en materia económica, social y ambiental. La sostenibilidad ya no es algo ajeno al negocio, sino que se vincula estratégicamente con él, y se ha dejado atrás la concepción de que para satisfacer a unos stakeholders hay que sacrificar los intereses de otros, como los accionistas, por una visión articulada en torno a la creación de valor compartido.

Por otro lado, en las últimas dos décadas han proliferado herramientas como los índices de sostenibilidad, las directrices para el reporte de información no financiera o las guías para la gestión interna de las cuestiones ambientales, sociales y de gobierno corporativo. Algunos ejemplos son el Dow Jones Sustainability Index (1999), la Global Reporting Initiative (1997) o la norma ISO 26000 (2010). 

2. La presión social ejercida por la ciudadanía sobre el compromiso de las empresas ha ido aumentando a lo largo de los años. 

Por todo el mundo, los ciudadanos han perdido la confianza en sus instituciones políticas, sintiendo que no son capaces de resolver los grandes retos del planeta y la sociedad. Así, tornan a las empresas y depositan en ellas la responsabilidad de implicarse y liderar los cambios necesarios para solucionar estos problemas. Los escándalos corporativos ya no conmocionan tan solo por infringir la ley, sino que a las empresas se les exige que vayan más allá, que generen un impacto positivo, y los intangibles son más importantes que nunca en la decisión del consumidor. En especial, preocupan el cambio climático, las desigualdades económicas y la discriminación, como atestiguan el fenómeno Gretha Thunberg o los movimientos como el #MeToo o #BlackLivesMatter.

3. En tercer lugar, la rentabilidad de la sostenibilidad empieza a ser sólida y palpable. 

Por un lado, aparecen los primeros estudios que muestran que la rentabilidad de los instrumentos financieros sostenibles iguala o incluso supera la de sus alternativas con peores calificaciones ESG. Además, las finanzas sostenibles se erigen como un gran refugio ante el riesgo: de hecho, 2020 y la pandemia de COVID-19 han servido para demostrar la robustez de las finanzas sostenibles, que han aguantado mucho mejor que el mercado general las consecuencias de la pandemia. 

Por otro lado, el crecimiento imparable de la capitalización bursátil de las Big Tech durante los últimos años hace que los sectores tradicionales no puedan competir en la generación de valor a corto plazo, y tengan que confiar en estrategias que apuesten por el largo plazo, donde la sostenibilidad aparece como un aliado fundamental. Un ejemplo de modelo de negocio sostenible que ha demostrado un éxito incontestable es el de Tesla, que ha conseguido vencer en sus ratios de crecimiento a las reinas tecnológicas.


4. La presión política y legislativa, donde la Unión Europea tiene un papel destacado, es quizás el factor más determinante para que este viraje definitivo hacia prácticas empresariales más sostenibles llegase a ser inaplazable en 2019-2020. 

En diciembre de 2019 llegó el anunciadísimo y esperado Europan Green Deal, que para hacer frente al cambio climático, da paso a un aluvión legislativo durante los años venideros para lograr una transformación completa de la economía de la Unión. 


 

Esta estrategia decidida y con tanto poder de transformación se ve reforzada por los mecanismos de financiación diseñados por la Unión Europea para lograr este cambio, por la publicación de la Taxonomía Sostenible de la UE –que aspira a ayudar tanto a los agentes financieros como a los ciudadanos y las empresas a definir qué tipo de actividades se consideran sostenibles–, y la inclusión de criterios de innovación y sostenibilidad en la asignación de fondos del plan Next Generation UE para la recuperación económica tras la pandemia.

En definitiva, vemos cómo la evolución teórica y la disponibilidad de las herramientas necesarias hacen que las empresas aprendan a afrontar los retos de responsabilidad y sostenibilidad que la ciudadanía reclama cada vez con más intensidad y que los legisladores comienzan a implantar cada vez con mayor exigencia. Si a esto se le unen las muestras de la rentabilidad que ofrecen los modelos de negocio sostenibles y las finanzas ESG, y el compromiso público de las élites corporativas, hay motivos suficientes para esperar, durante los próximos años, una expansión sin precedentes en difusión y profundidad de las prácticas de Responsabilidad Social Corporativa y Sostenibilidad, con capacidad de transformar todo el tejido económico.

 

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