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San Miguel de Aralar

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Capilla de la nave

Estamos dentro de la capilla de San Miguel; en el interior del cofre del tesoro de la primitiva tradición. Nos hallamos, como gigantes, en el centro de un edificio románico completo, pero en miniatura. Es como la maqueta de una iglesia de testero plano.

De planta rectangular, se divide en dos tramos, el oriental, más estrecho, funciona como presbiterio. Se cubren con bóveda de cañón ligeramente apuntada, que nace de una imposta taqueada. Por fuera las dos aguas de la techumbre dibujan aleros (sobre canes lisos) y piñones otra vez con tacos.

Como acceso, se erigieron dos puertas, una por el lado oeste, que ya ha sido comentada en la foto 3, y otra, por el norte, de configuración similar. En el centro del tímpano del hastial se sitúa una ventana de medio punto, con enmarque columnario, de interesantes capiteles. Bóvedas, arcos, aleros, molduras, sillares y tendeles están perfectamente trabados, en un lenguaje característico del mejor románico pleno.

Aunque esta capillita pasó muy pronto a acoger el retablo de esmalte dedicado a Santa María, es muy probable que en origen recreara la realidad física y litúrgica de una capilla anterior, quizá vinculada por la tradición con aquella primera edificación que erigiera Teodosio de Goñi. Como testimonio de la corporeidad de la leyenda, la capilla conserva todavía aquellas cadenas que conjugaban sacrificio y perdón, encapsulando la unión entre la montaña y los restos/reliquias de la leyenda milagrosa. 

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Capilla de la nave

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