Resumen:
Hace setenta y cinco años la Declaración Universal de los Derechos Humanos promovió una visión de la educación «dirigida al pleno desarrollo de la personalidad humana y al fortalecimiento del respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales» (Naciones Unidas, 1948, 4.7). En 2015 los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas llevaron esta visión aún más lejos y establecieron en el ODS 4 que «los conocimientos, las habilidades, los valores y las actitudes que requieren los ciudadanos para llevar vidas productivas, tomar decisiones informadas y asumir roles activos a nivel local y global para enfrentar la resolución de desafíos globales se pueden adquirir a través de la educación para el desarrollo sostenible y la educación para la ciudadanía global» (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura [UNESCO], 2017, p. 14). ¿Qué puede implicar para la educación superior la adopción de esta misión educativa? ¿Y qué significa en un contexto global desafiante después de la pandemia de la COVID y la invasión rusa de Ucrania? En este artículo se argumenta que la presente conmoción global debería favorecer la reflexión sobre el propósito y el contenido de la educación superior. En el presente estudio el foco se dirige a la importancia de la educación en «valores y actitudes», enfatizada como un componente esencial de la educación para la ciudadanía global y el liderazgo de acuerdo con el ODS 4. Este artículo propone un retorno a las categorías filosóficas de «carácter» y «virtud», argumentando que la orientación social de las universidades globales y su aspiración a «educar a los ciudadanos y ciudadanos-líderes para nuestra sociedad» (Harvard College, 2022) requiere una renovación de la educación del carácter teóricamente rigurosa, pedagógicamente eficaz y prácticamente relevante.