Resumen:
En la primera mitad del siglo XIV y coincidiendo con el gobierno de la sede pamplonesa de uno de los obispos más insignes, don Arnaldo de Barbazán, se colocan las últimas piedras del magnífico claustro gótico de la catedral de Pamplona conservado hasta nuestros días. Testigos directos de este fabuloso proyecto arquitectónico fueron sin duda los miembros y dignidades del cabildo pamplonés, algunos de los cuales ejercieron también de auténticos promotores. El claustro era un espacio fundamental en la vida de los canónigos, no sólo por ser un lugar de tránsito diario sino también por ser escenario de diferentes ceremonias litúrgicas, procesiones y finalmente concebido como lugar de enterramiento.