Ana Delgado
El campus esconde muchas historias. Historias de descubrimientos, de amistad, de amor, de sueños realizados… pero sobre todo el campus esconde historias de encuentros.
Realmente la Universidad -cualquier universidad- es eso: un lugar para encontrarse. Si a esto le añades el enclave de la Universidad de Navarra, los cielos rojizos del campus al atardecer y la condición sine qua non de la UNAV; que sin amor nada vale, sea lo que sea y hagas lo que haga.
La ecuación tiene como resultado que en la Universidad a lo largo de su historia se hayan encontrado miles de personas. De todos los lugares del mundo.
Cuando la Universidad nació se tenía en mente ese encuentro e intercambio de personas. Pero, ¿cómo hacer que se encuentren personas que no se entienden? Las palabras que leen son la respuesta. El lenguaje siempre es la herramienta para que dos personas se entienda, hagan click.
Recién fundada la Universidad en el verano del año 1954 el profesor González Ollé acompañó a un grupo de extranjeros -europeos y africanos, sobre todo- en unos cursos para estudiar lengua y literatura españolas. Fue el primer germen del Instituto de Lengua y Culta Españolas, que no nacería hasta el año 67, cuando se integraría como instituto a la Universidad.
El ILCE está a punto de cumplir medio centenario, a lo largo de los años ha habido seis directores, miles de alumnos, incalculables horas de clases y cientos de cursos diferentes. Pero sobre todo ha habido un denominador común: el ILCE nació como punto de encuentro en la Universidad y como motor de dinamización de la misma en los cinco continentes.