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[Tae-Hwan Kwak y Seung-Ho Joo (eds). One Korea: visions of Korean unification. Routledge. New York, 2017. 234 p.]

RESEÑAEduardo Uranga

One Korea: visions of Korean unificationA lo largo de la segunda mitad del siglo XX, las tensiones entre superpotencias en el este asiático hicieron de esta parte del mundo un punto caliente de las Relaciones Internacionales. Hoy sigue habiendo tensiones, como la guerra comercial que desde 2018 enfrenta a Estados Unidos y a la República Popular de China. No obstante, durante los últimos 70 años, un territorio en particular se ha visto afectado por un continuado conflicto que varias veces ha reclamado la atención mundial. Esta región es, sin duda, la península de Corea.

En este libro, coeditado por Tae-Hwan Kwak y Seung-Ho Joo y que reúne a diversos expertos sobre las relaciones intercoreanas, se exponen las distintas posibilidades de una reunificación de las dos Coreas en un futuro, así como los distintos problemas que deben ser solucionados para poder alcanzar este objetivo. También se analizan las perspectivas de las distintas potencias mundiales sobre el conflicto.

La cuestión coreana viene de la Segunda Guerra Mundial: tras ser ocupado el país por Japón, su liberación terminó dividiendo la península en dos: Corea del Norte (ocupada por la Unión Soviética) y Corea del Sur (controlada por Estados Unidos). Entre 1950 y 1953, las dos mitades lucharon en un conflicto, que acabó consolidando la partición, con una zona desmilitarizada en medio conocida como Paralelo 38 o KDZ.

Una de las fórmulas de unificación coreana descritas en este libro es la unificación a través de la neutralización, propuesta por ambas Coreas. De todos modos, los constantes tests de misiles nucleares de largo alcance llevados a cabo por Corea del Norte en los últimos años presentan un gran obstáculo para esta fórmula. En este ambiente de desconfianza, los ciudadanos coreanos juegan un papel importante en la promoción de la cooperación y amistad a ambos lados de la frontera con el objetivo de alcanzar la desnuclearización de Corea del Norte.

Otro aspecto que juega un importante papel a la hora de forzar un cambio de la actitud de Corea del Norte es su cultura estratégica. Esta debe ser diferenciada de la cultura estratégica tradicional coreana. Corea del Norte ha adoptado varias estrategias de unificación a lo largo de los años, manteniendo los mismos principios y valores. Esta cultura estratégica mezcla elementos procedentes de la posición estratégica del país (desde el punto de vista geopolítico), su historia y sus valores nacionales. Todo ello bajo la autoridad de la ideología Juche. Esta ideología contiene algunos elementos militaristas y promueve la unificación de Corea a través de un conflicto armado y acciones revolucionarias.

En cuanto a las perspectivas de las distintas superpotencias mundiales sobre una futura reunificación coreana, China ha declarado estar a favor de una unificación planteada a largo plazo; un proceso acometido a corto plazo colisionaría con intereses nacionales chinos, pues antes Pekín debería solucionar sus discusiones con Taiwán, o poner fin a la Guerra Comercial contra Estados Unidos. China ha declarado que no aceptará la unificación de Corea influenciada por una alianza militar entre Estados Unidos y Corea del Sur.

Por otra parte, Estados Unidos todavía no ha optado por una política de unificación coreana en concreto. Desde la década de 1950, la península de Corea no ha sido más que una parte dentro del conjunto de la política estratégica estadounidense para toda la región del Asia Pacífico.

La unificación de la península coreana se verá truncada mientras Estados Unidos, China y otras potencias de la región sigan reconociendo el statu quo de la península. Podría argumentarse que quizás un conflicto armado sería la única forma de alcanzar la unificación. Según los autores de este libro, esto sería demasiado costoso en cuanto a recursos utilizados y vidas humanas perdidas. Por otro lado, esa guerra podría desencadenar un conflicto a escala global.

Categorías Global Affairs: Orden mundial, diplomacia y gobernanza Asia Reseñas de libros

[John West, Asian Century on A Knife Edge: A 360 Degree Analysis of Asia’s Recent Economic Development. Palgrave Macmillan. Singapore, 2018. 329 p.]

RESEÑAGabriela Pajuelo

Asian Century on A Knife Edge: A 360 Degree Analysis of Asia’s Recent Economic Development

El título de esta obra parece contribuir al coro generalizado de que el siglo XXI es el siglo de Asia. En realidad, la tesis del libro es la contraria, o al menos pone esa afirmación “en el filo de la navaja”: Asia es un continente de gran complejidad económica y de intereses geopolíticos contrapuestos, lo que plantea una serie de retos cuya resolución determinará en las próximas décadas el lugar de la región en el mundo. De momento, según defiende John West, profesor universitario en Tokio, no hay nada asegurado.

El libro arranca con un preámbulo sobre la historia reciente de Asia, desde la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad. Ya al comienzo de ese periodo se estableció el liberalismo económico como la doctrina estándar en gran parte del mundo, también en la mayor parte de los países asiáticos, en un proceso impulsado por la puesta en marcha de instituciones internacionales.

A ese sistema, sin renunciar a sus doctrinas internas, se sumó China al ingresar en 2001 en la Organización Mundial del Comercio. Desde entonces se han producido algunos shocks como la crisis financiera de 2007-2008, que afectó gravemente a la economía estadounidense y tuvo repercusiones en el resto del mundo, o las recientes tensiones arancelarias entre Washington y Pekín, además de la presente crisis mundial por la pandemia de coronavirus.

Los principios de proteccionismo y nacionalismo desplegados por Donald Trump y un mayor recurso estadounidense al hard power en la región, así como una política más asertiva de la China de Xi Jinping en su entorno geográfico, igualmente recurriendo a posiciones de fuerza, como en el Mar del Sur de China, han perjudicado el multilateralismo que se había ido construyendo en esa parte del mundo.

El autor proporciona algunas ideas que invitan a la reflexión sobre los desafíos que enfrentará Asia, dado que los factores clave que favorecieron su desarrollo ahora se han deteriorado (principalmente debido a la estabilidad proporcionada por la interdependencia económica internacional).

West examina siete desafíos. El primero es obtener una mejor posición en las cadenas de valor mundiales, ya que desde la década de 1980 la fabricación de componentes y la elaboración de productos finales se realiza en diferentes partes del mundo. Asia interviene en gran medida en esas cadenas de suministros, en campos como la producción de tecnología o de indumentaria, pero está sujeta a decisiones comerciales de multinacionales cuyas prácticas en ocasiones no son socialmente responsables y permiten el abuso de los derechos laborales, que son importantes para el desarrollo de clases medias.

El segundo desafío es aprovechar al máximo el potencial de la urbanización, que ha pasado del 27% de la población en 1980 al 48% en 2015. La región es conocida por las megaciudades, densamente pobladas. Ello acarrea algunas dificultades: la población que emigra a los centros industriales generalmente pasa de trabajos de baja productividad a otros de alta productividad, y se pone a prueba la capacidad de atención sanitaria. Pero también es una oportunidad para mejorar las prácticas medioambientales o fomentar la innovación mediante las tecnologías verdes, por más que hoy gran parte de Asia se enfrenta aún a elevados niveles de contaminación.

Otro de los desafíos es dar a todos los asiáticos iguales oportunidades en sus respectivas sociedades, desde las personas LGBT a mujeres y comunidades indígenas, así como a minorías étnicas y religiosas. La región igualmente afronta un importante reto demográfico, pues muchas poblaciones envejecen (como la china, a pesar de la corrección que supone la “política de dos hijos”) o bien siguen expandiéndose con presumibles problemas futuros de abastecimiento (como es el caso de India).

West hace referencia, asimismo, a las barreras que para la democratización existen en la región, con el destacado inmovilismo de China, y a la extensión del crimen económico y la corrupción (falsificación, piratería, narcotráfico, trata de personas, cibercrimen o lavado de dinero).

Finalmente, el autor habla del reto de que los países asiáticos puedan vivir juntos, en paz y armonía, al tiempo que China se consolida como líder regional: si existe una apuesta china por el ​soft power, mediante la iniciativa Belt and Road, también hay una actitud de mayor confrontación por parte de Pekín respecto a Taiwán, Hong Kong y el Mar del Sur de China; mientras que actores como India, Japón y Corea del Norte quieren mayor protagonismo.

En general, el libro ofrece un análisis exhaustivo del desarrollo económico y social de Asia, y de los retos que tiene por delante. Además, el autor ofrece algunas ideas que invitan a la reflexión, argumentando que “un siglo asiático”, así proclamado, es poco probable debido al retraso del desarrollo económico de la región, ya que la mayoría de los países no han alcanzado a contrapartes occidentales en términos de PIB per cápita y sofisticación tecnológica. No obstante, deja abierto el futuro: si se resuelven con éxitos los desafíos planteados, efectivamente puede llegar el momento de una centuria asiática.

Categorías Global Affairs: Asia Orden mundial, diplomacia y gobernanza Reseñas de libros

[A. Patanru, M. Pangestu, M.C. Basri (eds), Indonesia in the New World: Globalisation, Nationalism and Sovereignty. ISEAS Yusof Ishak Institute. Singapore, 2018. 358 p.]

RESEÑA / Irati Zozaya

Indonesia in the New World: Globalisation, Nationalism and SovereigntyEl libro se compone de quince artículos, escritos por diferentes expertos, que tratan sobre cómo Indonesia ha abordado la globalización y qué efecto ha tenido esta en el país. Los textos han sido coordinados por Arianto A. Patunru, Mari Pangestu y M. Chatib Basri, académicos indonesios con experiencia también en la gestión pública al haber sido ministros en distintos gobiernos. Los artículos combinan los enfoques generales con aspectos específicos, tales como las consecuencias de la apertura al comercio y las inversiones internacionales en la industria minera o las medidas de nacionalización de alimentos.

Para explicar la situación actual de Indonesia el libro en ocasiones recapitula periodos de su historia. Precisamente, uno de los conceptos que aflora con frecuencia en el libro es el del nacionalismo: podría decirse, según los autores, que es lo que más ha marcado el modo de relación de Indonesia con el mundo, más allá de quién ha dirigido en cada momento este país que hoy cuenta con 260 millones de habitantes.

La primera parte del libro hace referencia de forma más general a la experiencia de Indonesia con la globalización, el nacionalismo y la soberanía. Comienzan mostrando la época colonial y cómo, por imposición de Holanda y Gran Bretaña de una apertura al mundo, empieza a surgir un fuerte sentimiento nacionalista. Tras la ocupación por parte de Japón durante la Segunda Guerra Mundial se implanta una autarquía total, llevando así a los ciudadanos a un problema que sigue muy presente en la actualidad de Indonesia: la práctica del contrabando. En 1945 el país logró la esperada independencia bajo la presidencia de Sukarno, quien cerró Indonesia al resto del mundo para centrarse en reafirmar la identidad nacional y desarrollar sus capacidades. Esto llevó al deterioro de la economía y a la consiguiente hiperinflación, que dio pie a una nueva época: el Nuevo Orden.

En 1967, con la llegada de Suharto a la presidencia, comenzó una cautelosa apertura al comercio exterior y a los flujos de inversión. Sin embargo, Suharto reprimió la actividad política y durante su mandato los militares obtuvieron mucha influencia y el gobierno retuvo el control sobre la economía. Además, el final de su presidencia coincidió con la crisis financiera asiática (1997-1998), la cual condujo a la caída del crecimiento económico del país y a un frenazo de la reducción de la pobreza, y en consecuencia al crecimiento de la desigualdad. La crisis financiera socavó la confianza en el presidente y culminó en el colapso del Nuevo Orden.

El siguiente periodo abordado es el Reformasi, una época que marcó el comienzo de un clima político más abierto y democrático. Los siguientes dos presidentes, Abdurrahman Wahid (1999-2001) y Megawati Soekarnoputri (2001-2004), se preocuparon más por la recuperación económica y la consolidación democrática y perduró un sistema proteccionista en cuanto a la economía. El libro no se centra mucho en el siguiente presidente, Yudhoyono (2004-2014), remarcando únicamente que fue un internacionalista que mantuvo una postura más cautelosa y ambivalente en cuestiones económicas.

Por último, en las elecciones de 2014 llegó al poder Joko Widodo, quien mantiene el cargo de presidente en la actualidad. Con él, Indonesia ha vuelto a la senda del crecimiento económico y se ha estabilizado como una democracia de razonable éxito. Dado que el presidente, conocido comúnmente como Jokowi, ha tomado nuevas medidas para remarcar la soberanía política y promover la autarquía económica y el renacimiento cultural nacional, a su mandato se le ha caracterizado de ‘nuevo nacionalismo’. En su discurso político, Jokowi pone a Indonesia como objetivo de conspiraciones extranjeras y llama a estar en guardia frente a esas amenazas. De todas maneras, el país mantiene una postura ambivalente hacia la apertura y cooperación internacional ya que, por mucho que en las últimas décadas hayan vuelto a incrementar las restricciones comerciales, Jokowi enfatiza el compromiso global y ha reactivado las negociaciones regionales.

Todo esto ha llevado al descontento de la población con la globalización, de forma que hasta el 40% de los ciudadanos piensan que esta amenaza la unidad nacional. Uno de los efectos más negativos y de mayor importancia en Indonesia es el de los trabajadores que se han visto forzados a emigrar y a trabajar en el extranjero en muy malas condiciones. No obstante, las últimas partes del libro muestran también las consecuencias positivas que ha tenido la globalización en Indonesia, manifestándose en una mayor productividad, el incremento de los salarios o el crecimiento económico, entre otros. Por ello los autores hacen hincapié en la importancia de construir una narrativa que pueda generar apoyo público y político para la apertura del país y contrarreste el creciente sentimiento de antiglobalización.

Como ocurre en un libro que es la suma de artículos de diferentes autores, su lectura puede resultar algo pesada por una cierta reiteración de contenidos. No obstante, la variedad de firmas supone también una pluralidad de enfoques que sin duda supone una riqueza de perspectivas para el lector.

Categorías Global Affairs: Asia Orden mundial, diplomacia y gobernanza Reseñas de libros

[Ming-Sho Ho, Challenging Beijing’s Mandate of Heaven. Taiwan's Sunflower and Hong Kong's Umbrella Movement. Temple University Press. Philadelphia, 2019. 230 p.]

RESEÑAClaudia López

El Movimiento Girasol de Taiwán y el Movimiento de los Paraguas de Hong Kong alcanzaron una gran notoriedad internacional a lo largo de 2014, cuando retaron el ‘mandato del Cielo’ del régimen chino, por usar la imagen que da título al libro. Este analiza los orígenes, los procesos y también los resultados de ambas protestas, en un momento de consolidación del ascenso de la República Popular China. Challenging Beijing’s Mandate of Heaven ofrece una visión general y a la vez detallada sobre dónde, por qué y cómo estos movimientos se gestaron y alcanzaron relevancia.

El Movimiento Girasol de Taiwán se desarrolló en marzo y abril de 2014, cuando manifestaciones ciudadanas protestaron contra la aprobación de un tratado de libre comercio con China. Entre septiembre y diciembre de ese mismo año, el Movimiento de los Paraguas protagonizó en Hong Kong 79 días de protestas exigiendo el sufragio universal para elegir a la máxima autoridad este enclave de especial estatus dentro de China. Estas protestas llamaron la atención internacionalmente por su organización, pacífica y civilizada.

Ming-Sho Ho comienza describiendo el trasfondo histórico de Taiwán y Hong Kong desde sus orígenes chinos. Luego analiza la situación de ambos territorios en lo que va del presente siglo, cuando Taiwán y Hong Kong han comenzado a encontrar mayor presión por parte de China. Además, repasa las similares circunstancias económicas que produjeron las dos oleadas de revueltas juveniles. En la segunda parte del libro, se analizan los dos movimientos: las contribuciones voluntarias, el proceso de toma de decisiones y su improvisación, el cambio de poder interno, las influencias políticas y los desafíos de la iniciativa. La obra incluye apéndices con la lista de personas de Taiwán y Hong Kong entrevistadas y la metodología utilizada para el análisis de las protestas.

Ming-Sho Ho nació en 1973 en Taiwán y ha sido un observador directo de los movimientos sociales de la isla; durante su época de estudiante de doctorado en Hong Kong también siguió de cerca el debate político en la excolonia británica. En la actualidad está investigando iniciativas para promover la energía renovable en las naciones de Asia Oriental.

El hecho de ser de Taiwán le dio acceso al Movimiento Girasol y le permitió entablar una estrecha relación con varios de sus principales activistas. Pudo presenciar algunas de las reuniones internas de los estudiantes y llevar a cabo entrevistas en profundidad con estudiantes, líderes, políticos, activistas de ONG, periodistas y profesores universitarios. Eso le proporcionó una variedad de fuentes para llevar a cabo su investigación.

Si bien son dos territorios con características distintas –Hong Kong se encuentra bajo soberanía de la República Popular China, pero goza de autonomía administrativa; Taiwán sigue siendo independiente, pero su condición de estado se ve desafiada–, ambos suponen un reto estratégico para Pekín en su consolidación como superpotencia.

La simpatía del autor hacia estos dos movimientos es obvia en todo el libro, así como su admiración por el riesgo asumido por estos grupos de estudiantes, especialmente en Hong Kong, donde muchos de ellos fueron declarados culpables de ‘molestia pública’ y de ‘alteración del orden público’ y, en numerosos casos, acabaron condenados a más de un año de prisión.

Los dos movimientos tuvieron un comienzo y un desarrollo parecidos, pero cada cual terminó de manera muy distinta. En Taiwán, gracias a la iniciativa, el tratado de libre comercio con China no prosperó y fue retirado, y los manifestantes pudieron convocar un acto de despedida para celebrar esa victoria. En Hong Kong, la represión policial logró ir ahogando la protesta y se produjo una última redada masiva que supuso un final decepcionante para los manifestantes. No obstante, es posible que sin la experiencia de aquellas movilizaciones no hubiera sido posible la nueva reacción estudiantil que a lo largo de 2019 y comienzos de 2020 ha puesto contra las cuerdas en Hong Kong a las máximas autoridades chinas.

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[Joseph S. Nye. Do Morals Matter? Presidents and Foreign Policy from FDR to Trump. Oxford University Press. New York, 2020. 254 pag.]

RESEÑAEmili J. Blasco

Do Morals Matter? Presidents and Foreign Policy from FDR to TrumpLa pregunta que sirve de título al nuevo libro de Jospeh Nye, conocido por el gran público por haber acuñado la expresión poder blando, no es una concesión al pensamiento secularizado, como una falta de atrevimiento para aseverar de entrada la conveniencia de la reflexión ética en las decisiones sobre política exterior, una importancia que, a pesar del interrogante, se intuye que es defendida por el autor.

En realidad, la pregunta, en sí misma, es un planteamiento clave en la disciplina de las relaciones internacionales. Un enfoque común es ver el escenario mundial como una conjunción de estados que pugnan entre sí, en una dinámica anárquica donde impera la ley del más fuerte. Internamente, el estado puede moverse por criterios de bien común, atendiendo a las distintas necesidades de sus habitantes y tomando decisiones de ámbito nacional o local a través de procesos democráticos. Pero más allá de las propias fronteras, la legitimidad otorgada por los propios electores ¿no exige al mandatario que sobre todo garantice la seguridad de sus ciudadanos frente a amenazas exteriores y que vele por el interés nacional frente al de otros estados?

El hecho de que el estado sea el sujeto básico en las relaciones internacionales marca, desde luego, una línea divisoria entre los dos ámbitos. Y por tanto la pregunta de si el discernimiento ético que se exige al mandatario en el ámbito interior debe reclamársele también en el exterior es plenamente pertinente.

Solo desde posiciones extremas que consideran que el estado es un lobo para el estado, aplicando al orden (desorden) internacional el principio hobbesiano (y aquí no habría un supraestado que disciplinara esa tendencia del estado-individuo), puede defenderse que la amoralidad rija el todos contra todos. En un escalón más abajo está el llamado realismo ofensivo y, en un peldaño inferior, el defensivo.

Nye, estudioso de las relaciones internacionales, considera que la teoría realista es un buen punto de partida para todo mandatario a la hora de definir la política exterior de un país, dado que debe guiarse especialmente por la ética de la responsabilidad, pues cumple un “papel fiduciario”. “El primer deber moral de un presidente es el de un fideicomiso, y esto comienza por asegurar la supervivencia y seguridad de la democracia que le ha elegido”. Pero a partid de aquí también debe explorarse qué posibilidades existen para la colaboración y el beneficio mutuo internacional, no cerrando de entrada la puerta a planteamientos del liberalismo o cosmopolitismo.

“Cuando la supervivencia está en peligro, el realismo es una base necesaria para una política exterior moral, aunque no suficiente”, afirma Nye, para quien se trata de una “cuestión de grado”. “Dado que nunca hay perfecta seguridad, la cuestión moral es qué grado de seguridad debe ser asegurada antes que otros valores como el bienestar, la identidad o los derechos formen parte de la política exterior de un presidente”. Y añade: “Muchas de las decisiones morales más difíciles no son todo o nada [...] Las decisiones morales difíciles están en el medio. Si bien es importante ser prudente acerca de los peligros de una pendiente resbaladiza, las decisiones morales descansan en ajustar los fines y los medios entre sí”. Llega a concluir que “el mantenimiento de instituciones y regímenes internacionales es parte del liderazgo moral”.

Nye echa mano desde el comienzo del libro a las tres condiciones que tradicionalmente han puesto los tratados de moral para juzgar una acción como éticamente buena: que sean buenos a la vez la intención, los medios y las consecuencias.

Utilizando esos tres baremos, el autor analiza la política exterior de cada uno de los presidentes estadounidenses desde la Segunda Guerra Mundial y establece una clasificación final en la que combina tanto la moralidad de su actuación en la escena internacional como la efectividad de su política (porque puede darse el caso de una política exterior ética, pero que favorezca poco los intereses nacionales de un país).

Así, de los catorce presidentes, considera que los cuatro con mejor nota en esa combinación son Roosevelt, Truman, Eisenhower y Bush I. En el medio sitúa a Reagan, Kennedy, Ford, Carter, Clinton y Obama. Y como los cuatro peores menciona a Johnson, Nixon, Bush II y (“tentativamente por incompleto”) Trump. Hecha la clasificación, Nye advierte que puede haber primado las administraciones demócratas para las que trabajó.

El libro es un rápido repaso de la política exterior de cada presidencia, destacando las doctrinas de los presidentes, sus aciertos y fracasos (además de examinar el componente ético), por lo que también es interesante como historia sucinta de las relaciones internacionales de Estados Unidos de los últimos ochenta años.

Al aspecto de la moralidad quizá le falte un mayor fundamento académico, tratándose de una disciplina especialmente estudiada ya desde la era escolástica. Pero el propósito de Nye no era profundizar en esa materia, sino ofrecer un breve estudio de moral aplicada.

Leer a Nye siempre resulta sugerente. Entre otras reflexiones que realiza podría destacarse la idea de las nuevas perspectivas que se habrían abierto para el mundo si tiempos especialmente propicios hubieran coincidido en el calendario. En concreto, sugiere que si Breznev y su generación gerontocrática se hubieran marchado antes y la URSS se hubiera visto acuciada también antes por los graves problemas económicos, Gorbachov hubiera podido llegar al poder coincidiendo con la presidencia de Carter; lo que hubieran logrado juntos es, no obstante, terreno de la especulación.

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[George Friedman. The Storm Before the Calm. America's Discord, the Coming Crisis of the 2020s, and the Triumph Beyond. Doubleday. New York, 2020. 235 pag.]

RESEÑAE. Villa Corta, E. J. Blasco

The Storm Before the Calm. America's Discord, the Coming Crisis of the 2020s, and the Triumph BeyondEl título del nuevo libro de George Friedman, impulsor en su día de la agencia de análisis geopolítico e inteligencia Stratfor y luego creador de Geopolitical Futures, no hace referencia a la crisis mundial creada la pandemia del Covid-19. Cuando habla de crisis de la década de 2020, que Friedman lleva anticipando hace algún tiempo en sus comentarios y ahora explica por extenso en este libro, se refiere a movimientos históricos profundos y de larga duración, en este caso circunscritos a Estados Unidos.

Más allá, pues, de la pandemia de estos momentos, de algún modo coyuntural y no abordada en el texto (su composición es previa), Friedman avanza que EEUU se reinventará a finales de esta década. Como una máquina que, casi automáticamente, incorpora cambios y correcciones sustanciales cada determinado periodo de tiempo, EEUU se prepara para un nuevo salto. Habrá crisis prolongada, pero EEUU saldrá de ella triunfante, vaticina Friedman. ¿Declive de EEUU? Todo lo contrario.

A diferencia de otros libros suyos anteriores, como Los próximos cien años o Flashpoints, Friedman deja esta vez el análisis geopolítico global de Friedman para centrarse en EEUU. En su reflexión sobre la historia estadounidense, Friedman ve una sucesión de ciclos de aproximada duración. Los actuales están ya en sus fases finales, y la reposición de ambos será coincidente a finales de la década de 2020, en un proceso de crisis y posterior resurgimiento del país. En el terreno institucional se está agotando el ciclo de 80 años comenzado tras el fin de la Segunda Guerra Mundial (el previo venía desde el término de la Guerra de Secesión, en 1865); en el campo socioeconómico, está acabando el ciclo de 50 años iniciado con Ronald Reagan en 1980 (el previo se había prolongado desde el fin de la Gran Recesión y la llegada de Franklin D. Roosevelt a la Casa Blanca).

Friedman no ve a Donald Trump como el catalizador del cambio (su esfuerzo ha sido simplemente el de recuperar la situación creada por Reagan para la clase media trabajadora, afectada por el paro y la pérdida de poder adquisitivo), ni tampoco cree que lo vaya a ser quien pueda sustituirle los próximos años. Más bien sitúa el giro hacia 2028. El cambio, gestado en un tiempo de gran desconcierto, tendrá que ver con el fin de la tecnocracia que domina la vida política e institucional estadounidense y con la disrupción creativa de nuevas tecnologías. El autor quiere denotar la habilidad de EEUU para superar las adversidades y sacar provecho del “caos” para luego tener un crecimiento fructífero.

Friedman divide el libro en tres partes: la creación de la nación como la conocemos, los ciclos atravesados y el pronóstico sobre el que viene. En esta última parte presenta los retos o adversidades a los que se deberá enfrentar el país.

En cuanto a la creación del país, el autor razona sobre el tipo de gobierno creado en Estados Unidos, el territorio en el que se encuentra el país y el pueblo americano. Este último aspecto es, quizá, el más interesante. Define al pueblo estadounidense como un constructo meramente artificial. Eso le lleva a ver a EEUU como una máquina que afina su funcionamiento automáticamente cada cierto tiempo. Como país “inventado”, EEUU se reinventa cuando sus ciclos se agotan.

Friedman presenta la formación del pueblo estadounidense a través tres tipos superpuestos: el vaquero, el inventor y el guerrero. Al vaquero, que busca empezar algo completamente nuevo y de forma “americana”, se debe especialmente el constructo social tan único de EEUU. Al inventor corresponde el ímpetu por el progreso tecnológico y la prosperidad económica. Y la condición de guerrero ha estado presente desde los inicios.

En la segunda parte del libro se aborda la cuestión ya apuntada de los ciclos. Friedman considera que el crecimiento de EEUU ha sido cíclico, en un proceso en el que el país se reinventa cada cierto tiempo para seguir progresando. Después de hacer un recuento de los periodos vividos hasta hora, sitúa el próximo gran cambio de EEUU en esta década que acaba de comenzar. Advierte que la gestación de la siguiente etapa será complicada debido a la acumulación de eventos de los ciclos pasados. Uno de los aspectos sobre los que el país deberá resolver tiene que ver con la paradoja entre el deseo de internacionalizar la democracia y los derechos humanos y el de mantener su seguridad nacional: “liberar al mundo” o asegurar su posición en la esfera internacional.

El momento de cambio presente, en el que de acuerdo con el autor el ciclo institucional y el socioeconómico van a chocar, supone un tiempo de profunda crisis, pero tras ella llegará un largo periodo de calma. Friedman cree que los primeros “temblores” de la crisis se sintieron en las elecciones de 2016, que mostraron una radical polarización de la sociedad estadounidense. El país deberá reformar no solo su complejo sistema institucional, sino también diversos aspectos socioeconómicos.

Esta última parte del libro –dedicada a la resolución de problemas como la crisis de las deudas estudiantiles, el uso de las redes sociales, las construcciones sociales nuevas o la dificultad en el sector educativo–, es probablemente la más importante. Si la mecanicidad y el automatismo en la sucesión de ciclos determinada por Friedman, o incluso su existencia misma, son cuestionables (otros análisis podrían llevar a otros autores considerar distintas etapas), los problemas reales que el país tiene en la actualidad son fácilmente constatables. Así que la presentación de propuestas para su resolución tiene un indudable valor.

Categorías Global Affairs: Norteamérica Orden mundial, diplomacia y gobernanza Reseñas de libros

[Scott Martelle, William Walker's Wars. How One Man's Private Army Tried to Conquer Mexico, Nicaragua, and Honduras. Chicago Review Press. Chicago, 2019. 312 p.]

RESEÑAEmili J. Blasco

William Walker's Wars. How One Man's Private Army Tried to Conquer Mexico, Nicaragua, and HondurasLa historia de la injerencia de Estados Unidos en América Latina es larga. En pleno Destino Manifiesto de expansión hacia el Oeste de mediados de siglo XIX, para extender el país de costa a costa, también hubo intentos de ampliar la soberanía hacia el Sur. A quienes ocuparon la Casa Blanca les bastó con la mitad de México, que completaba un holgado acceso al Pacífico, pero hubo iniciativas personales de intento de compra e incluso de conquista de territorios centroamericanos.

Una de esas iniciativas fue protagonizada por William Walker, que al frente de varios cientos de filibusteros –la Falange Americana–, arrebató la presidencia de Nicaragua y soñó con un imperio esclavista que atrajera las inversiones de los sureños estadounidenses si la esclavitud se abolía en Estados Unidos. Walker, de Tennessee, intentó primero crear una república en Sonora, para integrar ese territorio mexicano en EEUU, y luego centró su interés en Nicaragua, que entonces resultaba un paso atractivo para los estadounidenses que querían cruzar el istmo centroamericano con destino a las minas de oro de California, donde él mismo había buscado fortuna. Desautorizado y detenido varias veces por las autoridades de EEUU, debido a los problemas que les ocasionaba con los gobiernos vecinos, finalmente fue expulsado de Nicaragua por las armas y murió fusilado cuando intentaba regresar asentando un pie en Honduras.

El libro de Scott Martelle es tanto un retrato del personaje –alguien sin especiales dotes de liderazgo y con una apariencia más bien delicada impropia de un jefe de mercenarios, que no obstante supo generar expectativas lucrativas entre quienes le siguieron (2.518 estadounidenses llegaron a alistarse)–, como una crónica de sus campañas militares al Sur de Estados Unidos. Igualmente describe bien el ambiente a mitad del siglo XIX en ciudades como San Francisco y Nueva Orleans, repletas de migrantes procedentes de otras partes del país y en tránsito hacia donde les llevara la fortuna.

También ofrece un detallado relato de la empresa desarrollada por el magnate Vanderbilt para establecer una ruta, inaugurada en 1851, que utilizaba el río San Juan para llegar al lago de Nicaragua y de allí salir al Pacífico, con ánimo de establecer una conexión ferroviaria y el ulterior propósito de construir en pocos años un canal. Aunque el trayecto por tierra era más largo que el que en ese momento también se trazaba en similares condiciones en el istmo de Panamá, el desplazamiento en barco desde EEUU hasta Nicaragua era más breve que el que obligaba llegar hasta Panamá. Esto último explica que durante la segunda mitad del siglo XIX el proyecto de canal de Nicaragua tuviera más adeptos en Washington que el de Panamá.

Si bien Panamá es uno de los símbolos de la injerencia de EEUU en su «patio trasero», el éxito de la obra del canal transoceánico y su devolución a los panameños desactivan en gran medida una «leyenda negra» que sigue en pie en el caso nicaragüense. Nicaragua es probablemente el país centroamericano que más ha experimentado el «imperialismo» de EEUU. El episodio de Walker (1855-1857) marca un comienzo; luego siguieron las intervenciones militares del propio Gobierno estadounidense (1912-1933), el estrecho apoyo de Washington a la dictadura de los Somoza (1937-1979) y la implicación directa en el combate contra la Revolución Sandinista (1981-1990).

Walker llegó a Nicaragua atraído por el interés estadounidense en el paso interoceánico y con la excusa de ayudar a uno de los bandos que se enfrentaban en una de las tantas guerras civiles entre conservadores y liberales que se daban en las excolonias españolas. Elevado a jefe del Ejército, en 1856 fue elegido presidente de un país en el que apenas pudo controlar el área cuyo centro era la ciudad de Granada, en la orilla norte del lago de Nicaragua.

A medida que asentó su poder se alejó de cualquier idea inicial de integración de Nicaragua en EEUU y soñó con forjar un imperio centroamericano que incluso incluyera México y Cuba. En su estrategia entró la esclavitud, que en Nicaragua se había abolido en 1838 y él la reinstauró en 1856. La imaginó como un medio de impedir que Washington renunciara a ampliar su soberanía a esos territorios, dados los equilibrios internos en EEUU entre estados esclavistas y no esclavistas, y como atracción de capital de los esclavistas sureños. Finalmente fue expulsado del país en 1857 gracias el empuje de un ejército reunido por los países vecinos. En 1860 intentó un regreso, pero fue apresado y fusilado en Trujillo (Honduras). Su aventura estuvo alimentada por la creencia en la superioridad del hombre blanco y anglosajón, que le llevó a despreciar las aspiraciones de los pueblos hispanos y a sobreestimar la capacidad bélica de sus mercenarios.

El libro de Martelle responde más a un propósito historicista que divulgativo, por lo que su lectura no es tanto para el gran público como para los interesados específicamente en el fulibusterismo de William Walker: un episodio, en cualquier caso, de conveniente conocimiento sobre el pasado centroamericano y la relación de Estados Unidos con el resto del Hemisferio Occidental.

Categorías Global Affairs: Seguridad y defensa Reseñas de libros Latinoamérica

[Maria Zuppello, Il Jihad ai Tropici. Il patto tra terrorismo islamico e crimine organizzato in America Latina. Paese Edizioni. Roma, 2019. 215 p.]

RESEÑA / Emili J. Blasco

Il Jihad ai Tropici. Il patto tra terrorismo islamico e crimine organizzato in America LatinaNormalmente vinculamos la yihad con Oriente Medio. Si acaso, también con el Sachel africano, abriendo el mapa hacia el oeste, o con la frontera de Afganistán, Pakistán e India, abriéndolo hacia el este. Sin embargo, Latinoamérica tiene también un sitio en esa geografía. Lo tiene como lugar para la financiación de la lucha terrorista –la cocaína supone un negocio que los islamistas aprovechan, como ocurre con la heroína en el caso concreto de los talibanes– y también como espacio en el que pasar desapercibido, fuera de radar (las playas caribeñas o brasileñas son el último lugar que se imaginaría como escondite de yihadistas).

Yihad en los trópicos, de la investigadora italiana Maria Zuppello, se ocupa precisamente de ese aspecto menos conocido del yihadismo mundial: los yihadistas de la caipiriña, por decirlo de un modo gráfico, para acentuar la normalidad con la que viven esos elementos radicalizados en el contexto latinoamericano, aunque se trata de redes criminales más siniestras de lo que puede sugerir el nombre.

La investigación de Zuppello, que tiene como subtítulo “el pacto entre terrorismo islámico y crimen organizado en América Latina”, se ocupa de diversos países, aunque es en Brasil donde la autora sitúa las principales conexiones con el resto de la región y con las estructuras internacionales de distintos grupos yihadistas. En concreto, señala la vinculación entre el líder religioso Imran Hosein, que propaga doctrinas salafistas, y el atentado contra la sala de fiestas Bataclan de París, pues su predicación tuvo una especial responsabilidad en la radicalización de uno de los terroristas, Samy Amimour. Zuppello también analiza los contactos cruzados de los brasileños que fueron detenidos en 2016 en la operación Hashtag, en la recta final de la preparación de los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro.

El libro de Zuppello comienza con una presentación a cargo de Emanuele Ottolenghi, investigador que trabaja en la Fundación para la Defensa de las Democracias, un think tank de Washington. Ottolenghi es un experto en la presencia de Hezbolá en América Latina, sobre la que ha escrito numerosos artículos.

En esa presentación, Ottolenghi destaca la colaboración establecida entre elementos yihadistas y ciertos niveles de la izquierda latinoamericana, especialmente la bolivariana. “Los mensajes extremistas difieren poco de la retórica de la revolución antiimperialista de la izquierda radical, profundamente enraizada durante décadas en América Latina”, afirma. Esto explica “el atractivo de la revolución islámica para los descendientes de los incas en la remota comunidad andina de Abancay, a cuatro horas de viaje de Machu Picchu, y para los revolucionarios cubanos y salvadoreños (ahora dedicados a extender la palabra de Jomeini en América Central)”.

Para Ottolenghi, “el tema central de la alianza roji-verde entre bolivarianos e islamistas es la llamada resistencia frente el imperialismo estadounidense. Tras esa retórica revolucionaria, sin embargo, hay más. La creación de una alianza estratégica entre Teherán y Caracas ha abierto la puerta de Latinoamérica a los guardias revolucionarios iraníes y a Hezbolá. Venezuela se ha convertido en un centro para los agentes de Irán en la región”.

Los tráficos ilícitos generan millones de dinero negro que es lavado a través de circuitos internacionales. En ese proceso tienen importancia “las comunidades de la diáspora libanesa”, en áreas como La Guaira (entre Venezuela y Colombia), la isla Margarita (Venezuela), la zona franca de Colón (Panamá) y la Triple Frontera (entre Brasil, Paraguay y Argentina)

Precisamente esa Triple Frontera ha sido el lugar habitual al que referirse a la hora de hablar de Hezbolá en Latinoamérica. Los atentados ocurridos en Buenos Aires en 1992 y 1994 contra la Embajada de Israel y la AMIA, respectivamente, tuvieron allí su origen operativo y desde entonces se ha documentado con frecuencia la vinculación financiera de ese rincón geográfico con el grupo extremista chií. Desde la llegada de Hugo Chávez al poder se produjo una convergencia entre Venezuela e Irán que amparó la obtención de pasaportes venezolanos por parte de radicales islamistas, los cuales también fueron haciéndose con parte del negocio del narcotráfico a medida que el propio Chávez metía al estado venezolano en el negocio de la cocaína.

La convergencia de intereses entre las redes de crimen organizado en la región y los elementos yihadistas lleva a plantearnos, según Zuppello, si “Latinoamérica acabará siendo el nuevo cajero automático para la financiación de la yihad global”, o incluso “en algo más: un escondite de combatientes extranjeros en fuga o una nueva plataforma para ataques, o ambos”.

Uno de los aspectos concretos a los que se refiere Zuppello es el sector del halal y sus certificaciones, que está creciendo exponencialmente, lo que ha provocado la preocupación de las autoridades de la lucha antiterrorista en diversos países, que acusan a ese sector de ocultar la financiación del terrorismo y el lavado de dinero. El comercio de carne halal ha dado cobertura a docenas de inspectores de carne iraníes, que se han asentado de manera permanente en la región.

Investigaciones como la realizada en Yihad en los trópicos han llevado a que 2019 por primera vez diversos países latinoamericanos aceptaran reconocer a Hezbolá como grupo terrorista.

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[Edgar A. Porter & Ran Yin Porter, Japanese Reflections on World War II and the American Occupation. Amsterdam University Press. Amsterdam, 2017. 256 p.]

REVIEWRut Natalie Noboa Garcia

Japanese Reflections on World War II and the American OccupationWorld War II has provided much inspiration for an entire genre of literature. However, few works fail to capture Asian perspectives on the beginning, development, end, and consequences of World War II. Additionally, the attitude and outlooks of defeated parties are often left out of popularized discussions of conflicts. Because of these two factors, Japanese perspectives during the war and occupation have often served as only minor discussions in World War II literary work.

This sets the stage for Edgar A. Porter and Rin Ying Porter’s Japanese Reflections on World War II and the American Occupation, which presents the experiences of ordinary Japanese citizens during the period. The book specifically focuses on the rural Oita prefecture, located on the eastern coast of the island of Kyushu, a crucial yet critically unacknowledged place in Japan’s role in World War II. Hosting the Imperial Japanese Navy base that served as the headquarters for the Pearl Harbor attack, being the hometown of the two Japanese representatives that signed the terms of surrender at the USS Battleship Missouri, serving as the place for the final kamikaze attack against the United States, and providing much of Japan’s foot soldiers for the conflict, Oita is ripe with unchronicled, raw, and diverse accounts of the Japanese experience. 

The collective stories of the 43 interviewees, who lived through the war and occupation present the varied perspectives of soldiers, sailors, and pilots, who are often at the center of war discussions and experiences, but also that of students, teachers, nurses, factory workers and more, providing a multidimensional portrayal of the period.

The book begins with the early militarization of the Oita prefecture, specifically in Saiki, the location for one of the most crucial bases for the Japanese Imperial Navy. This first chapter features the perspectives of young Saiki citizens raised during the period who still see the Pearl Harbor attack with a conflicted yet enduring pride, setting the stage for following interesting discussions on Japanese post-war sentiment. 

Another important aspect addressed by the Porters in this work is the mass censorship and indoctrination that took place in Japan during the war period. During this time, media censorship and military-based education helped to obscure the actual happenings of the conflict, particularly in its earlier years, as well as rallying the population in support for the Japanese navy. As well as presenting censored portrayals of the war itself, local Oita editorials both highlighted and encouraged public support for the war and the glorification of death and martyrdom. This indoctrination is also acknowledged by the Porters in relation to traditional Japanese Shinto beliefs on the emperor, specifically his divine origins. Japan's media portrayals of the conflict concerning to the state and emperor as well as its moral education curriculum feed into each other, applying moral pressure to the support of war efforts. 

Japanese Reflections on World War II and the American Occupation also provides particularly interesting insights on East Asian regionalism, particularly from the perspective of Imperial Japan, which viewed itself as an “older brother leading the newly emerging members of the Asian family towards development” and promoted the idea that the Japanese were racially superior to other Asian ethnic groups. The first-hand accounts of many of the atrocities committed by Japanese in cities such as Nanjing and Shanghai as well as their glorification by the Japanese press add to the book’s depth and relevance.

As the war approached an end, conflict reached Oita. The targeting of civilians and the bombing of factories during American air raids lowered Oita morale. Continued air raids on Oita City, the prefecture’s capital city, rapidly fueled the region’s fear and resentment towards American soldiers. 

In conclusion, Japanese Reflections on World War II and the American Occupation manages to present important first-hand accounts of Japanese life during one of the most consequential moments in modern history. The impact of these events on current Japan is particularly interesting when it comes to Japanese culture, especially when it comes to the glorification of war in Japanese education as well as the rising tide of Japanese nationalism. 

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[Angela Stent, Putin’s World: Russia Against the West and with the Rest. Twelve. New York, 2019. 433 p.]

RESEÑAÁngel Martos

Putin’s World: Russia Against the West and with the RestAngela Stent, directora del Centro para Estudios de Eurasia, Rusia y Europa del Este de Georgetown University, presenta en este libro un profundo análisis de la naturaleza de Rusia en estos comienzos del siglo XXI. Para comprender lo que sucede hoy, nos muestra previamente las líneas maestras históricas que dieron forma al masivo heartland que los estadistas rusos han consolidado a lo largo del tiempo.

Rusia aprovechó el escaparate global que suponía la organización del Mundial de Fútbol de 2018 para presentar una imagen renovada. La operación de venta de la marca nacional de Rusia tuvo cierto éxito, como reflejaron las encuestas: muchos espectadores extranjeros (especialmente estadounidenses) que visitaron el país para el torneo de fútbol se llevaron una imagen mejorada del pueblo ruso, y viceversa. Sin embargo, lo que se presentaba como una apertura al mundo, no ha tenido su manifestación en la política nacional o internacional del Kremlin: no se ha aflojado en lo más mínimo el control de Putin sobre el régimen híbrido que gobierna Rusia desde el colapso de la Unión Soviética.

Muchos expertos no pudieron predecir el destino de esta nación en los años 90. Después del colapso del régimen comunista, muchos pensaron que Rusia comenzaría un largo y doloroso camino hacia la democracia. Estados Unidos mantendría su condición de superpotencia única y conformaría un Nuevo Orden Mundial que abarcara a Rusia como potencia menor, igual a otros estados europeos. Pero esas consideraciones no tenían en cuenta la voluntad del pueblo ruso, que entendía la gestión de Gorbachov y Yeltsin como “errores históricos” que debían corregirse. Y esta perspectiva puede verse en los principales discursos de Vladimir Putin: un sentimiento nostálgico por el pasado imperial de Rusia, el rechazo a ser parte de un mundo gobernado por Estados Unidos y la necesidad de doblegar la soberanía de las una vez repúblicas soviéticas. Este último es un aspecto crucial de la política exterior de Rusia que, en distinta medida, ya ha aplicado a Ucrania, Bielorrusia, Georgia y otros.

¿Qué ha cambiado en el alma de los rusos desde el colapso de la Unión Soviética? ¿Han sufrido altibajos las relaciones con Europa a lo largo de la historia del Imperio ruso? ¿Cómo son esas relaciones ahora que Rusia no es un imperio, tras perder casi todo su poder en cuestión de años? La autora nos lleva de la mano por esas cuestiones. La Federación de Rusia, tal como la conocemos ahora, solo ha sido gobernada por tres autócratas: Boris Yeltsin, Dmitry Medvedev y Vladimir Putin, aunque podríamos argumentar que Medvedev ni siquiera cuenta propiamente como presidente, ya que durante su mandato Putin era el líder intelectual que estaba detrás de cada paso adoptado en el ámbito internacional.

Las complicadas relaciones de Rusia con los países europeos tienen un ejemplo notorio en el caso de Alemania, que el libro compara con una montaña rusa (expresión que en castellano es especialmente elocuente). Alemania es la puerta de la Federación hacia Europa, una puerta metafórica que, a lo largo de la historia contemporánea, ha estado entreabierta, abierta de par en par o cerrada, como en este momento. Tras la toma de Crimea las relaciones de la Alemania de Merkel con Moscú se han limitado estrictamente a cuestiones comerciales. Vale la pena resaltar las enormes diferencias que podemos encontrar entre la Ostpolitik de Willy Brandty y la actual Frostpolitik de Angela Merkel. Aunque Merkel se crió en Alemania Oriental, donde Putin trabajó como agente de la KGB durante cinco años, y ambos pueden entenderse tanto en ruso como en alemán, ese vínculo biográfico que los une no se ha reflejado en su relación política.

Alemania pasó de ser el mayor aliado europeo de Rusia (hasta el punto de que el canciller Gerhard Schröder, tras dejar el cargo, fue nombrado después de dejar el cargo de presidente del consejo de administración de Rosneft), a ser una amenaza para los intereses rusos. Después de las sanciones que se impusieron a Rusia en 2014 con el apoyo del gobierno de Alemania, las relaciones entre Putin y Merkel están en su peor momento. Sin embargo, algunos podrían argumentar que Alemania actúa de manera hipócrita dado que ha aceptado y financiado el gasoducto Nordstream, que perjudica fuertemente la economía de Ucrania.

Además de la UE, el otro oponente principal para los intereses rusos es la OTAN. En cada punto del mapa en el que el Kremlin desea poner presión la OTAN ha reforzado su presencia. Bajo el mando de Estados Unidos, la organización sigue la estrategia estadounidense de intentar mantener a raya a Rusia. Y Moscú percibe a la OTAN y a EEUU como el máximo obstáculo para recuperar su esfera de influencia en “near abroad” (Europa del Este, Asia Central) y en Oriente Medio.

La fijación de Putin con las exrepúblicas soviéticas no se ha desvanecido en absoluto con el tiempo. En todo caso, ha aumentado después de la exitosa anexión de la península de Crimea y la guerra civil que se encendió en el Donbass. La nostalgia de Rusia de lo que alguna vez fue parte de su territorio no es más que un pretexto para intentar neutralizar cualquier gobierno disidente en la región y subyugar tanto como sea posible a los países que componen su zona de amortiguación, por razones de seguridad y financieras.

Oriente Medio también juega un papel importante en la agenda de asuntos internacionales rusos. El objetivo principal de Rusia es fomentar la estabilidad y combatir las amenazas terroristas que pueden surgir en lugares escasamente controlados por los gobiernos de la región. Putin ha estado luchando contra el terrorismo islámico desde la amenaza separatista de Chechenia. Sin embargo, sus posibles buenas intenciones en la zona a menudo se malinterpretan debido a su apoyo en todas las formas posibles (incluso bombardeos aéreos) a algunos regímenes autoritarios, como el de Assad en Siria. En esta guerra civil en particular, Rusia está repitiendo el juego de guerra proxy de la Guerra Fría contra EEUU, que por su parte ha estado apoyando a las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) y a los kurdos. El interés de Putin es mantener a su aliado Assad en el poder, junto con la ayuda de la República Islámica de Irán.

Angela Stent dibuja una descripción precisa del pasado reciente de Rusia y su relación con el mundo exterior. Sin ser parcial, logra resumir críticamente lo que cualquier persona interesada en la seguridad debe tener en cuenta al abordar el tema de las amenazas y oportunidades de Rusia. Porque, como declaró el propio Vladimir Putin en 2018, “nadie ha logrado frenar a Rusia”. Aún no.

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