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Imagen satelital de las islas Canarias [NASA]

COMENTARIO /  Natalia Reyna Sarmiento

La pandemia global causada por el Covid-19 ha obligado a aplicar cuarentenas y otras restricciones en todas partes el mundo y eso ha limitado enormemente los movimientos de personas de unos países a otros. No obstante, el fenómeno migratorio ha seguido su curso, también en el caso de Europa, donde el cierre de fronteras durante parte de 2020 no ha impedido la inmigración ilegal, como la procedente del África subsahariana. De hecho, la miseria sanitaria de los países pobres ha añadido en este tiempo de pandemia otro motivo de fuga desde los países de origen.

El incremento de las migraciones en las últimas décadas ha sido consecuencia de diversos desafíos humanitarios. La falta de seguridad, el temor a la persecución, la violencia, los conflictos y la pobreza, entre otros motivos, generan una situación de vulnerabilidad que empuja en muchos casos a quienes sufren esas circunstancias a salir de su país en busca de mejores condiciones. La emergencia del Covid-19 ha sido otro elemento de vulnerabilidad en las sociedades con escasos recursos médicos en el último año también, al tiempo que la llegada de migrantes sin conocer si eran portadores o no del virus ha agravado la resistencia social hacia la inmigración en las economías desarrolladas. Ambas cuestiones se dieron la mano especialmente en la crisis migratoria vivida por las islas Canarias a lo largo de 2020, sobre todo en los últimos meses.

Catorce años después de la “crisis de los cayucos”, el archipiélago experimentó otro notable auge de llegada de inmigrantes (esta vez el término que se ha generalizado para sus embarcaciones es el de pateras). En 2020 llegaron a Canarias más de 23.000 inmigrantes, en travesías que al menos se cobraron la vida de cerca de 600 personas. Si en 2019 arribaron a las islas unas cien embarcaciones con inmigrantes ilegales, en 2020 fueron más de 550, lo que habla de un fenómeno migratorio multiplicado por cinco.

¿Por qué se produjo ese incremento, redirigiendo a las islas Canarias un flujo que otras veces ha buscado la ruta del Mediterráneo? Por un lado, sigue primando la travesía marítima para alcanzar Europa, pues además del coste del pasaje aéreo –prohibitivo para muchos–, los vuelos exigen una documentación que muchas veces no se posee o que facilita un control por parte de las autoridades –de salida y de llegada– que desee evitarse. Por otro lado, las dificultades en puntos de la ruta del Mediterráneo, como políticas más estrictas en la admisión refugiados rescatados del mar impuestas por Italia o la situación de guerra que vive Libia, donde llegan itinerarios que por ejemplo salen de Sudán, Nigeria y Chad, derivaron parte de la presión de las mafias migratorias hacia Canarias. En ello también pudo tener un papel la actitud de Marruecos.

España tiene interés en mantener una buena relación con Marruecos por razones obvias. Su frontera con Ceuta y Melilla y su proximidad a las islas Canarias le convierte en un vecino que puede contribuir tanto a la seguridad como a intensificar la presión migratoria sobre territorio español. Precisamente en un momento crítico de la crisis canaria, el ministro español de Interior, Fernando Grande-Marlaska, acudió el 20 de noviembre al vecino país a entrevistarse con su homólogo marroquí, Abdelouafi Laftit, con la intensión de requerir la ayuda de la monarquía alauí para poner freno a la crisis migratoria. No obstante, aunque en los siguientes días se registró una disminución de llegadas de pateras a Canarias, pronto las llegadas fueron aumentando otra vez, dejando efectividad la visita realizada por Marlaska.

Por otro lado, en esas semanas, Pablo Iglesias, vicepresidente del Gobierno español y secretario general de Podemos, reclamó a Marruecos la celebración de un referéndum sobre el futuro del Sáhara Occidental, excolonia española y bajo tutela marroquí admitida por la ONU hasta la celebración de consulta al pueblo saharaui. La admisión en esos mismos días de la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental por parte de la Administración Trump (a cambio del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Marruecos e Israel) llevó a Rabat a esperar una revisión de la postura española, que está alineada con el planteamiento de la ONU. La ratificación de esta por boca de Iglesias y sobre todo su tono de exigencia hizo que el monarca marroquí, Mohamed VI, decidiera no recibir al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez en un desplazamiento que iba a haber al vecino país. Otros asuntos, como la delimitación de las aguas territoriales hecha por Marruecos en enero, expandiendo su zona económica exclusiva, han aumentado los desencuentros entre los dos países.

A la tensión normal en Canarias por la llegada de miles de inmigrantes en poco tiempo se juntaron los riesgos sanitarios debidos a la pandemia. Más allá de los miedos extendidos por algunos sobre la posible entrada de personas efectivamente contagiadas con coronavirus, los protocolos establecidos obligaban a mantener aislados a los llegados en pateras, lo que causó un problema de hacinamiento en instalaciones inicialmente no adecuadas.

La Cruz Roja Española creó zonas reservadas para los aislamientos de las personas que dieran positivo en los tests de Covid-19. Además, se establecieron macrocampamentos temporales para realojar a miles de migrantes que primero estuvieron acogidos en distintos hoteles. El traslado de grupos de ellos por avión a puntos de la Península creó polémicas que el Gobierno tuvo que capear. La entrada de 2021 ha rebajado, al menos momentáneamente, la presión.

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