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En un contexto de creciente populismo, el pulso entre Bruselas y Roma es decisivo para el futuro de la UE

En una medida sin parangón dentro de la historia de la Unión, la Comisión Europea ha desestimado los presupuestos nacionales presentados por el Gobierno populista italiano, por no tender a los objetivos de déficit marcados. Ni Bruselas ni Roma parecen tener la intención de abandonar sus posturas, por lo que un enfrentamiento institucional amenaza el horizonte europeo.

'Tragicommedia, made in Italy': choque institucional en la Unión Europea

▲ Giuseppe Conte, presidente del Gobierno italiano, con los vicepresidentes Luigi di Maio (izqda.), líder del Movimiento 5 Estrellas, y Mateo Salvini (dcha.), líder de la Liga Norte [Gob. de Italia]

ARTÍCULOManuel Lamela

Tras siete meses en el Gobierno, la coalición formada por el Movimiento 5 Estrellas y La Liga Norte han cumplido con lo prometido e iniciado, con la presentación del presupuesto de la república italiana, un proceso de enfrentamiento y desafío con la Unión Europea (UE). Las autoridades de Bruselas acusan a Italia de romper, con sus irresponsabilidades, los lazos de confianza que forjan y dan sentido al proyecto europeo.

El pasado día 16 de octubre el ejecutivo de Giuseppe Conte presentó un presupuesto con una previsión de déficit del 2,4%; si bien es cierto que la cifra está por debajo del límite del 3% fijado por la normativa europea, triplica lo pactado anteriormente entre Roma y la UE. Además, si la deuda pública de Italia es del 131% del PIB, lo que la convierte en la segunda más alta de la Unión monetaria, solamente superada por Grecia, el nuevo presupuesto no hará más que aumentarla, ya que pretende incrementar de forma significativa el gasto público.

El aumento del gasto parece obedecer a los intereses populistas del líder de la Liga Norte y ministro del Interior, Mateo Salvini, quien no ha ocultado su intención de buscar apoyo en los sectores más fracturados de la sociedad italiana. Cultivar el victimismo frente a Europa puede dar un cierto rédito político, pero el ejemplo de Grecia nos muestra que actitudes de ese tipo suelen acabar en tragedia, debilitando sobremanera al Estado ante otra posible crisis de deuda.

La Comisión Europea rechazó a finales de octubre el borrador presupuestario italiano –devolver el presupuesto de un Estado miembro era un acto sin precedentes– e instó a Roma a enviar una versión revisada en un plazo máximo de tres semanas. La decisión no cierra las puertas al diálogo y a las negociaciones, como indica en su explicación de lo sucedido el comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici; “El dictamen adoptado hoy no debería sorprender a nadie, ya que el proyecto de presupuesto del Gobierno italiano representa una desviación clara e intencional de los compromisos asumidos por Italia el pasado mes de julio. Sin embargo, nuestra puerta no está cerrada. Queremos continuar nuestro diálogo constructivo con las autoridades italianas. Celebro el compromiso del ministro de Finanzas, Giovanni Tria, con este fin y debemos avanzar con este espíritu en las próximas semanas”.

Pero desde el Gobierno de Conte se asegura que no existe un plan B y que no hay ninguna posibilidad de que Italia dé un paso atrás. Tanto Mateo Salvini como el líder del Movimiento 5 Estrellas, Luigi di Maio, ambos vicepresidentes del Gobierno, defendieron la postura Italiana y atacaron a Bruselas alegando que es normal que esta se encuentre descontenta, ya que es la primera vez que Italia se libera de las garras del eurogrupo a la hora de decidir su política económica. También manifestaron que, con su respuesta, el colegio de Comisarios ataca directamente al pueblo Italiano. Y acusaron al presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, de “solo hablar con gente embriagada”, algo que sin duda muestra poco respeto hacia las instituciones.

La táctica de simular fortaleza y determinismo, que ambas formaciones políticas italianas usaron durante la campaña electoral, se está viendo correspondida por el resto de líderes europeos con un ejercicio de poder real. La petición del ministro italiano de Finanzas, Giovanni Tria, para que Italia pueda gozar de la misma oportunidad que contó Portugal en el pasado, cuando Bruselas aceptó que el primer ministro luso, Antonio Costa, no aplicara el volumen de recortes deseado desde la Comisión, se verá ahogada por las imprudentes formas que emplean los líderes políticos de la República Italiana.

Si Italia se niega a seguir las recomendaciones dadas por la UE cabe la posibilidad de que la Comisión se plantee imponer multas, que pueden llegar a suponer un 0.2% del PIB, por el incumpliendo del pacto de Estabilidad y Crecimiento. Pero al margen de las sanciones la UE no posee derecho a veto ni dispone tampoco de ninguna otra competencia para evitar la entrada en vigor del presupuesto italiano. Como indican diversos expertos, será la presión de los mercados la que haga corregir la medida italiana, evitando así un enfrentamiento directo entre Roma y Bruselas que dañaría a ambas partes por igual. Los analistas de Goldman Sachs predicen que “la deuda italiana debe empeorar para ejercer la presión adecuada y obligar a que el Gobierno opte por otra retórica”.

Aunque la Comisión Europea logre evitar una confrontación con Italia, sí podrá verse expuesta a la campaña de victimismo de las agrupaciones populistas italianas, táctica que ya emplearon con éxito en las pasadas elecciones. Se trata de una táctica que no es de creación italiana, pues desde la crisis del año 2008 diversas agrupaciones y partidos surgieron con una postura claramente contraria a Bruselas, acusando a las instituciones comunitarias de todos los males que sufren las sociedades europeas. Ejemplos hay varios; quizás el Brexit sea el más sonado dada su relevancia a nivel europeo e internacional, pero no nos debemos olvidar del ascenso de formaciones como el Frente Nacional en Francia, el Partido de la Libertad en Austria o Podemos en España, partido este último que tuvo su gran lanzamiento público a raíz de las elecciones al Parlamento Europeo de 2015.

Hasta el momento en Europa no se ha conseguido encontrar la manera de evitar o neutralizar las campañas de demagogia que proliferan en la Europa actual. Aunque se están realizando ciertos avances en cuanto al poder comunicativo de la UE, es incomprensible que desde Bruselas no se consiga explicar con eficacia el proyecto europeo a los ciudadanos de la Unión. Se trata de una carencia que el proyecto europeo arrastra desde su nacimiento y que ha sido causa de muchos de los males que han afectado a la unidad regional en las últimas décadas. En este caso Europa tiene que aportar datos que resulten sencillos de comprender para el ciudadano medio italiano y que le hagan ver que las medidas adoptadas por su Gobierno serán dañinas para la sociedad italiana en un futuro próximo, por mucho que se encuentren edulcoradas por mensajes que responden a promesas vacías y políticas mesiánicas.

Otro de los factores que preocupan en el seno de la Comisión es el riesgo de contagio del virus generado dentro de la tercera economía de la UE (descontando ya el Reino Unido). En un principio puede parecer posible que otros Estados miembros se sientan atraídos a seguir los pasos de Italia; sin embargo, las autoridades europeas dicen creer firmemente que su dura respuesta a Roma reforzará la unión monetaria e incluso hará que aumente la integridad en ámbitos como la unidad bancaria. En cuanto al exterior, la decisión mostrará que el rigor presupuestario comunitario se cumple, generando confianza y seguridad en los mercados, y por último demostrando que no se da tregua a las formaciones populistas dentro de Europa.

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