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La nueva Administración exhibe una agenda multilateral, pero en asuntos cruciales mantiene medidas de la era Trump

Con los asuntos domésticos como prioridad, debido al Covid, la atención hacia Latinoamérica por parte de la nueva Administración Biden ha quedado relegada en general a un muy segundo plano. En el exterior, las negociaciones con Irán o el conflicto palestino-israelí han centrado la dedicación de la diplomacia estadounidense, con el protagonismo del secretario de Estado, Antony Blinken. Pero algunos asuntos regionales tienen repercusión nacional en EEUU, como la migración o el narcotráfico, y Biden ha puesto al frente de la gestión de esos problemas a su vicepresidenta, Kamala Harris. Con una interlocución directa de Biden con sus homólogos hemisféricos dificultada por la pandemia, es Harris la que está llevando los encuentros con las autoridades de México y Centroamérica, como en el viaje que realizará en junio.

ARTÍCULOMiguel García-Miguel

Una vez accedió a la presidencia, Joe Biden encontró un panorama bien distinto al que había dejado tras su servicio como vicepresidente de Barack Obama. Donald Trump llevó a cabo una política aislacionista y desde luego nada paternalista comparada con lo que muchas veces ha sido el carácter de la relación de Estados Unidos con sus vecinos del Hemisferio Occidental. Trump tuvo un tono dominante e impositivo en momentos clave, como durante las negociaciones del T-MEC o en la aplicación de sanciones a Cuba y Venezuela, pero el resto del tiempo se desentendió de la región. Esa poca implicación fue del agrado de líderes populistas de diferente signo como el mexicano Andrés Manuel López Obrador o el brasileño Jair Bolsonaro. 

En estos siguientes cuatro años, de la Administración Biden–Harris podemos esperar un retorno al multilateralismo, la acción contra el cambio climático y la promoción de la democracia y los Derechos Humanos, cuestiones que están en el centro de la actual agenda estadounidense. Estos asuntos, como también los relativos a la presión migratoria y la conveniencia de contrarrestar a China y Rusia en la región con una “diplomacia de las vacunas” propia, marcarán las relaciones con los países vecinos. De momento, no obstante, Biden ha mantenido medidas emblemáticas de Trump y se está tomando su tiempo para detallar lo que debe ser su política para Latinoamérica.

TRIANGULO NORTE: Ayudas y creciente tensión con Bukele

Durante su campaña electoral, Joe Biden prometió que si llegaba a presidente llevaría a cabo un plan de ayudas para Guatemala, Honduras y El Salvador que en cuatro años ascendería a 4.000 millones de dólares y que tendría como fin fomentar el desarrollo de la región para así evitar el flujo masivo de emigrantes hacia Estados Unidos. Previamente como vicepresidente Biden se implicó directamente en la Alianza para la Prosperidad que Obama puso en marcha en 2014 a raíz de una crisis migratoria previa, la cual buscaba aportar más de 750 millones anuales al Triángulo Norte; el programa, cuyo presupuesto Trump redujo, no impidió el nuevo auge migratorio que se ha visto los últimos años.

Sin duda la región, una de las más pobres del mundo, precisa de incentivos para su desarrollo, pero igualmente sigue contando con serios problemas como la propensión a los desastres naturales, la dependencia de empresas extranjeras en la explotación de sus recursos y la mala gobernanza de sus políticos. Así, Washington ha incluido entre sus prioridades la denuncia de la corrupción en los países del Triángulo Norte, publicando listas de políticos corruptos, ya comenzadas con Trump y ahora ampliadas con Biden. Precisamente esas denuncias y la deriva antidemocrática del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, está convirtiendo en hostil una relación que Bukele había cultivado durante la era Trump.

MÉXICO: Migración y medioambiente

México, como país con el que comparte una extensa frontera, siempre ha sido un punto clave en la política exterior de EEUU y una de sus prioridades. Con la llegada de la Administración Biden se prevén más roces con López Obrador de lo que supuso la presidencia de Trump. El aumento de la presión migratoria en la frontera entre México y EEUU está complicando la presidencia de Biden y tiene el riesgo de dañar las perspectivas electorales de la vicepresidenta, Kamala Harris, a quien Biden ha encargo directamente gestionar la crisis migratoria, que este año está batiendo un nuevo récord. Asimismo, las limitaciones puestas por México a la presencia de la DEA, la agencia antinarcóticos estadounidense, han enrarecido las relaciones. Biden aún no ha viajado a México, a pesar de que esa visita es una de las primeras que hacen los presidentes de EEUU.

La política ecologista de Biden choca directamente con los intereses del presidente mexicano, centrado en construir una nueva gran refinería en lugar de promover las energías renovables. Precisamente, uno de los puntos de tensión será la reforma eléctrica que López Obrador tiene pensado llevar a cabo, que limitará aún más la participación de las empresas privadas en el sector eléctrico y potenciaría el uso de energías no renovables, ya que son las que están en manos del estado. Recientemente, la reforma fue suspendida por un juez federal, pero se espera que el Gobierno recurra ese bloqueo. Las trabas a la liberalización encajan mal en el renovado Acuerdo de Libre Comercio entre EEUU, México y Canadá (T-MEC).

COLOMBIA: Protestas, acuerdos de paz y refugiados venezolanos

Con Colombia, la Administración Biden se encuentra en un periodo de tanteo. Tras la aproximación del presidente Iván Duque a Trump, a pesar de los desaires iniciales de este, el Gobierno colombiano encontró la alabanza de Biden por haber decidido dar estatus de protección temporal a los casi dos millones de refugiados venezolanos que viven en el país. Biden felicitó a Duque en febrero por carta, pero de momento no ha habido entrevista entre ambos, ni siquiera telefónica.

Las violentas protestas que vive Colombia, acogidas con una gestión policial muy criticada por la oposición, no han socavado de momento el apoyo expreso trasladado por la Administración Biden a Duque, pero la situación puede instalarse en la inestabilidad ante la perspectiva de las elecciones presidenciales de mayo de 2022. En Washington producen intranquilidad algunos pasos en falso en la implementación de los acuerdos de paz de 2016, como el asesinato de exguerrilleros que dejaron las armas y de líderes sociales. En cualquier caso, Colombia es un conveniente aliado en la lucha contra el narcotráfico, tarea en la que ambos países llevan tiempo colaborando estrechamente desde el impulso estadounidense al Plan Colombia.

Por último, Bogotá también puede resultar útil para el Gobierno estadounidense en el manejo de la crisis venezolana, y no solo a la hora de retener inmigrantes en el país andino. Los nuevos cauces de negociación que Biden quiere abrir, sin dejar de presionar sobre Maduro, exigen un consenso regional de apoyo.

CUBA: La incógnita de un aperturismo post-castrista, al menos económico

La Administración Obama, en la que Biden fue vicepresidente, llevó a cabo una histórica aproximación a Cuba restableciendo las relaciones diplomáticas entre ambos países. Aunque Trump mantuvo ese reconocimiento diplomático, eliminó algunas disposiciones que ampliaban el contacto con la isla e impuso nuevas sanciones. Tras las políticas duras de su antecesor, Biden no protagonizará por ahora un retorno a las políticas de Obama. El Gobierno cubano no correspondió a ellas con muestras de apertura y favorecer un régimen inmovilista puede tener consecuencias electorales en EEUU. La posibilidad de que Trump se presente en 2024 puede proyectar en Florida una nueva lucha por el voto latino, y en particular el cubano, en un estado que Biden perdió en 2020. 

Aún así, la Administración Biden tratará de aflojar algunas de las sanciones, como se ha visto con la autorización de enviar de nuevo remesas a la isla. Por su parte, Cuba seguramente juegue a la diplomacia del quid pro quo y esperará a que sean sus vecinos quienes den los primeros pasos para llevar a cabo políticas aperturistas, básicamente en cuestiones económicas. 

VENEZUELA: Opciones para un diálogo creíble

En Venezuela, la recuperación de la democracia y las elecciones libres siguen siendo el principal objetivo y Biden ha mantenido las sanciones contra el régimen de Nicolás Maduro establecidas por Trump. La nueva Administración ha moderado su lenguaje y ha retirado de la mesa la posibilidad de una intervención militar que más bien era retórica; no obstante, sigue considerando a Maduro como dictador y reconociendo a Juan Guaidó como presidente legítimo. 

La prioridad pasa por una salida negociada, articulada sobre próximos procesos electorales, pero las conversaciones solo se han abierto de modo tímido y sin de momento fijar interlocutores y foros bien definidos. EEUU tratará de cooperar con organismos multilaterales como la OEA, el Grupo de Lima o la Unión Europea para intentar resolver la crisis política y económica del país. En la ecuación de algún modo también entra Cuba, pues un cambio en Venezuela perjudicaría considerablemente a la isla si los sucesores de los Castro deciden continuar con el modelo comunista. 

Además, al igual que en la cuestión cubana, la actitud ante el chavismo tiene consecuencias electorales en EEUU, especialmente en Florida, como se vio en las presidenciales de 2020, de forma que es difícil que Biden afloje la presión sobre Maduro antes de las elecciones de medio mandato que tendrán lugar en noviembre de 2022. Biden ha otorgado a los venezolanos presentes en EEUU el estatuto de protección temporal.

BRASIL: El Amazonas como piedra de toque

Debido al tono de la presidencia de Jair Bolsonaro, Brasil es otro de los países de la región con los que la nueva Administración ha empeorado sus relaciones en comparación con el periodo Trump. El acento que Biden está poniendo en el medio ambiente y el combate del cambio climático le enfrenta a un Bolsonaro claramente menos sensible hacia esas cuestiones, que no parece reaccionar suficientemente ante un Amazonas en creciente desforestación. No obstante, aunque Biden encuentre incómoda la relación, EEUU seguirá trabajando con la principal economía latinoamericana, cuyo papel sigue siendo importante en cuestiones de desarrollo regional.

El año y medio que queda hasta las presidenciales brasileñas de octubre de 2022 presenta un impasse a la espera de que un posible giro político ponga más en unísono a los dos países, si bien un regreso al poder del Partido de los Trabajadores no tendría por qué significar una especial consonancia, pues no la hubo ni con Lula da Silva ni con Dilma Rousseff aun estando los demócratas en la Casa Blanca.

Derechos Humanos y vacunas

Además de los países mencionados, algunos otros están igualmente en el plan de actuación de EEUU, especialmente en relación a los Derechos Humanos, como es el caso de la involución democrática en Nicaragua o el trato que Bolivia puede dar a la expresidenta Jeanine Áñez.

Por otra parte, se espera que en las próximas semanas, ya inoculada la mayor parte de la población estadounidense, EEUU proceda a entregar millones de dosis de vacunas a países latinoamericanos. Además de la ayuda real que supondrán esas entregas, constituirán un modo de contrarrestar la influencia que China y Rusia se han asegurado en la región mediante el envío de sus respectivas vacunas. Si la pugna EEUU-China marcará la presidencia de Biden, como sin duda marcará toda esta década, un terreno de disputa será el “patio trasero” de EEUU.

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