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COMENTARIO / Juan Luis López Aranguren

Si la diplomacia tradicional se entiende como las relaciones ejercidas entre representantes oficiales de los Estados, en los últimos años ha ganado popularidad un nuevo concepto de diplomacia que se ha vuelto cada vez más importante en las relaciones entre las naciones: la diplomacia cultural. Asumiendo que la cultura es el vehículo a través del cual las naciones se comunican entre sí, la diplomacia cultural es el intercambio de cultura, ideas e información que las naciones de todo el mundo realizan para lograr una comprensión mutua que permita avanzar en la construcción de un mundo más justo y estable. En este ámbito, la celebración de los Juegos Olímpicos es uno de los eventos de diplomacia cultural más importante que una nación puede lograr para proyectar y compartir su cultura e identidad con el resto del mundo. En este sentido, Japón reafirmó su posición como referente mundial de esta diplomacia con la aparición pública en la ceremonia de clausura de los JJOO de Río de Janeiro de 2016. En ella, el primer ministro japonés Shinzo Abe apareció caracterizado como el personaje mundialmente conocido Mario para recoger el testigo de cara a los JJOO de Tokio 2020. Japón empleaba, de esta manera, un icono de la cultura pop japonesa para proyectar su identidad cultural a todo el planeta. 

En esta dimensión del poder blando o diplomacia cultural, los Juegos Olímpicos son el mayor exponente del mismo. Ya en su origen, en el año 776 a.C., los JJOO se revelaban como una herramienta diplomática de extraordinaria fortaleza al obligar a una tregua sagrada a las diferentes ciudades-estado que participaban en los mismos. Por lo tanto, desde su mismo origen fue posible lograr objetivos políticos internacionales empleando esta herramienta cultural. Esta medida se observaba hasta el punto de que si alguna ciudad-estado violaba esta tregua, sus atletas eran expulsados de la competición.

Esta misma manifestación se ha repetido en épocas más recientes, demostrando que los JJOO han sido durante toda la Historia un campo de batalla diplomático. En 1980 los EEUU y otros 65 países boicotearon los JJOO de Moscú en protesta por la invasión de Afganistán por parte de la URSS. Como represalia, la URSS y otros 13 Estados boicotearon la siguiente edición de los JJOO en 1984 celebrada en Los Ángeles.

Los próximos Juegos Olímpicos de Tokio 2021 (retrasados un año debido a la pandemia) no arrastran ninguna polémica de este tipo. En su lugar han sido concebidos como una oportunidad histórica de reinvención del país a nivel interno y global tras la catástrofe de Fukushima (o Gran Terremoto del Este de Japón). Para ello se ha aprobado un proyecto oficial titulado Tokyo 2020 Action & Legacy Plan 2016 en el cual se pretende conseguir tres objetivos: en primer lugar, lograr la máxima conexión de ciudadanos japoneses y colectivos con los JJOO de Tokio. En segundo lugar, maximizar la proyección cultural tanto nacional como global. En tercer y último lugar, asegurar un legado de valor a las futuras generaciones, tal y como fue con ocasión de los JJOO de Tokio 1964.

Estos tres objetivos apuntados por el Gobierno japonés se manifestarán en cinco pilares dimensionales en los cuales se va a actuar. Estos cinco pilares se articulan a modo de los anillos olímpicos, entrelazándose entre ellos y fortaleciendo el impacto doméstico e internacional de estos JJOO. Estas dimensiones, son, empezando por el más inmediato a la propia vertiente puramente deportiva, la promoción del propio deporte y la salud. El segundo, conectar con la cultura y educación. El tercero, también con gran importancia por su potencial de reforma de Tokio en particular y Japón en general, la planificación urbana y la sostenibilidad. No en vano, El Gobierno japonés y el Gobierno metropolitano de Tokio han realizado grandes esfuerzos para construir infraestructuras ambiciosas que den cabida a estos JJOO, hasta el punto de relocalizar la famosa e icónica lonja de Tsukiji que ha sido un símbolo de la ciudad desde 1935. En cuarto lugar, estos JJOO se van a emplear para reactivar la economía y la innovación tecnológica, de la misma manera que ya lo hicieron los JJOO de Tokio de 1964 cuando sirvieron de escaparate para los primeros Shinkansen o trenes bala que se han convertido en uno de los iconos tecnológicos de Japón. Finalmente, en quinto lugar, Japón se planteó estos JJOO como una oportunidad de superar la crisis y el trauma provocado por el desastre de Fukushima (catástrofe que en el país nipón se denomina empleando el terremoto que lo provocó: el Gran Terremoto del Este de Japón).

A estos cinco objetivos que van desde lo más específico a los más general se les suma este 2020 un sexto objetivo o dimensión no oficial: proyectar a nivel doméstico e internacional la recuperación de Japón frente a la pandemia del COVID. En este sentido, los JJOO no serán solamente un símbolo de superación frente a un desastre particular japonés, sino que puede permitir al país nipón colocarse como un modelo en la gestión contra la pandemia y en la promoción de la recuperación económica.

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