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Punto de quiebre de la economía cubana en un momento de inquietud social

Movilización contra el embargo de EEUU convocada por el PCC en el centro de la isla, en mayo de 2021 [PCC]

La crisis por la pandemia empuja a unas reformas económicas pendientes desde hace años, pero pueden ser poco efectivas por miedo a una apertura fuera de control 

El Gobierno cubano lleva años queriendo emprender reformas económicas, pero la distracción que supuso el auxilio de la Venezuela chavista y las dudas internas sobre el modelo de aperturismo económico retrasaron decisiones en firme. El colapso venezolano, primero, y muy especialmente la pandemia, después, han llevado a la economía cubana a un punto de quiebre que están obligando ya a tomar medidas, porque además la población de la isla está empezando a mostrar cierta inquietud. La salida de escena de Raúl Castro constituye un marco de oportunidad para los cambios, pero las incertidumbres de futuro pueden agarrotar cualquier transición por modesta que sea.

ARTÍCULOMaría Victoria Andarcia

Tras un 2020 especialmente complicado, en los primeros meses de 2021 Cuba dio pasos significativos. En febrero, el Gobierno anunció una ampliación masiva de permisos para la iniciativa privada en diferentes rubros económicos. La ministra de Trabajo, Marta Elena Feito, anunció que la lista de sectores en los que se autorizaba a operar de manera privada crecería de 127 a más de 2.000 y que el Estado se reservaría la exclusividad solo en 124 rubros que no detalló. 

Con el desarrollo del “cuestapropismo”, en Cuba venían ocupándose aproximadamente 600.000 trabajadores en actividades privadas, un 13% de la fuerza laboral. La gran mayoría de estas iniciativas están vinculadas a la industria turística, la cual se ha visto afectada por el endurecimiento de las sanciones que llevó a cabo Donald Trump y especialmente por la pandemia de Covid-19, que prácticamente anuló el turismo en el Caribe. Según la Cepal, en el momento más crítico de la pandemia 250.000 trabajadores por cuenta propia habían suspendido su licencia de trabajo. Ese desempleo está impidiendo que el sector por cuenta propia pueda acoger a los trabajadores del sector público de los que el Estado quiere ir desprendiéndose para adelgazar actividades deficitarias.

El Ministerio de Economía cubano cifra la caída económica sufrida por la isla en 2020 en el 11% del PIB, la peor desde la disolución de la Unión Soviética, que dejó a Cuba sin el apoyo de su sostenedor económico y dio lugar al tiempo de extrema penuria conocido como el “periodo especial”. Ya en 2019 apenas se registró crecimiento. En 2020 hubo una reducción del 30% de las importaciones, lo que ha agudizado la creciente escasez de productos básicos y la inflación de precios en la isla, también empujada después por el reajuste cambiario.

Reforma monetaria

El 1 de enero de 2021 fue el “día cero” de la reforma monetaria y cambiaria, cuando se cumplían 62 años del triunfo de la revolución liderada por Fidel Castro. Se trata de la reforma económica más compleja emprendida por el país en las últimas tres décadas, después de años de espera. Desde el “periodo especial” en Cuba circulaban dos monedas: el peso cubano (CUP) y el convertible (CUC), equivalente al dólar y que se ha eliminado con la fusión de las dos monedas. Las monedas se canjeaban a diferentes tarifas: para las empresas del Estado, 1 dólar o CUC era equivalente a un peso cubano, mientras que, para la población, la tasa de cambio era de 24 pesos el dólar. La unificación ha ido acompañada de la fijación de una tasa de cambio única de 24 pesos cubanos por dólar, la primera devaluación oficial del peso desde 1959.

El alza inflacionaria ha afectado al precio de muchos productos y servicios. Si bien ha habido un aumento de salarios en el sector estatal, el precio de la electricidad se ha multiplicado por tres, el del agua por seis y el del pan con harina por veinte.

La desaparición del CUC se ha compensado con la apertura de tiendas donde puede comprarse con “monedas libremente convertibles”, amparando la libre circulación del dólar y suponiendo, en definitiva, una dolarización encubierta (además sigue operando un mercado negro de divisas, donde el dólar vale casi el doble del cambio oficial). Se trata de establecimientos para turistas, pero donde también la nomenclatura puede adquirir productos que no están al alcance del resto de la población. Eso ha contribuido incluso a críticas internas sobre una situación de desigualdad, como reconoció en abril el propio Raúl Castro en su discurso ante el VIII Congreso de Partido Comunista de Cuba (PCC).

El alza de precios y la creciente desigualdad está contribuyendo a un malestar social que da pie a quejas públicas cada vez menos tímidas. Esto ocurre en un contexto de protestas puntuales, como la del gremio de artistas, que hablan de una creciente inquietud que las reformas económicas debieran satisfacer a medio plazo pero que, de aplicarse sin decisión o no ser efectivas, pueden llevar a una frustración de expectativas.

De hecho, la convicción del Gobierno a la hora de impulsar reformas económicas ha sido hasta la fecha más bien deficiente. En 2011, en el VI Congreso del PCC, en el que Raúl Castro consolidaba su liderazgo tras suceder a su hermano en 2008, se aprobó una senda de reformas en la actividad económica que solo se aplicaron en parte. El auxilio que entonces suponía la Venezuela chavista de las vacas gordas llevó a aplazar las medidas más urgentes, en lo que en realidad vino a suponer una década perdida.

La isla tiene una economía muy dependiente del exterior, a pesar de no ser una economía de mercado. Los bienes que exporta se encuentran limitados a sus recursos naturales y a productos tradicionales de escasa elaboración: níquel, zinc, azúcar, tabaco y ron. Los servicios son el principal rubro de las exportaciones cubanas, especialmente los servicios de salud enviados a Venezuela y otros países de orientación ideológica próxima. La necesidad de importar materias primas, petróleo y alimentos condiciona el crecimiento de la economía de la isla. La URSS fue tabla de salvación sobre todo por las aportaciones de petróleo, como luego ocurrió con Venezuela, cuyo crudo prácticamente regalado Cuba refinaba y exportaba, logrando mejorar el flujo de divisas.

Relaciones con Estados Unidos

Al colapso venezolano vino a sumarse seguidamente una mayor presión de la Administración Trump. Si bien Estados Unidos sostiene un embargo a la isla desde en 1962, Barack Obama buscó un acercamiento mutuo que condujo en 2015 al restablecimiento de relaciones diplomáticas. El embargo se mantuvo, pues su levantamiento depende del Congreso, pero Obama propició su relajamiento mediante decretos presidenciales que aumentaron los contactos entre los dos países, con la reanudación de vuelos comerciales, la autorización a mayores compras en las visitas a la isla y la promoción del turismo. Además, permitió los viajes familiares a Cuba y facilitó los envíos de remesas, las cuales constituyen una importante fuente de divisas de este país, después de los ingresos por la prestación de servicios profesionales al extranjero y el turismo. Así, las remesas aumentaron un 143% entre 2008 y 2017 (de 1.447 millones a 3.515 millones de dólares). 

Trump mantuvo el reconocimiento diplomático (aunque ni Obama ni él nombraron embajador) y el envío de remesas, pero revirtió la mayor parte de los decretos aprobados por Obama y además aplicó varias rondas de sanciones. Estas incluyeron, entre otras, la suspensión del otorgamiento de visas para los cubanos y la ampliación de la lista de empresas cubanas manejadas por las Fuerzas Armadas con las que los estadounidenses no pueden relacionarse (ni como turistas). 

Con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca se esperaba que las relaciones entre los históricos enemigos mejorasen de nuevo, pero meses después aún no se vislumbran señales de cambio y quien fuera vicepresidente de Obama no ha regresado a la estrategia de este hacia Cuba, sino que mantiene la presión sancionadora de su inmediato predecesor.

China y Rusia

Si en las relaciones con la Administración Obama, Raúl Castro buscaba un nuevo patrocinador que de alguna manera sustituyera a Venezuela, como esta había reemplazado a la URSS (de hecho, las negociaciones secretas con Obama comenzaron cuando la muerte de Hugo Chávez abría incertidumbres sobre el futuro venezolano), el portazo de Washington puede propiciar un mayor acercamiento a Rusia o a China. Esa aproximación se ha ido produciendo los últimos años, pero de momento no hay una definida dependencia de Moscú o Pekín.

Si el regreso de Rusia al Caribe cabe circunscribirlo a la disponibilidad de acceso militar (en Nicaragua, Cuba y Venezuela), en el caso de China existe una clara apuesta de comercio. China ha devenido en el segundo socio comercial más importante de la isla. Varias empresas chinas como Huawei y Haier han ayudado al desarrollo del sistema de telecomunicaciones cubano. Pekín reconoce la importancia estratégica de Cuba, por su inmediatez geográfica a Estados Unidos, y puede aprovechar esa relación para desafiar a su enemigo americano.

Tanto la profundización en esa vinculación como un paso firme en las reformas económicas, tal vez imitando a Vietnam en la apertura de mercado sin dejar el comunismo (el vietnamita, no obstante, es un modelo con lastres), dependerá de la nueva generación de dirigentes. Raúl Castro, más proclive a las reformas que su hermano Fidel, no acabó de impulsar de modo decidido el proceso porque el boom del precio de las materias primas, del que Cuba se benefició muy directamente a través del petróleo venezolano, relativizó su urgencia. Esta se plantea ahora, pero el nuevo presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, a quien Raúl Castro pasó en abril también su último cargo –primer secretario del PCC–, no tiene la autoridad interna ni la ascendencia sobre el Ejército, que controla buena parte de la economía, que gozaban los Castro.

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