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El evolucionismo. Estado de la cuestión

Seminario del Grupo Ciencia, Razón y Fe.
Antonio Pardo. Pamplona, 10 de marzo de 2018.

Índice 

Introducción

1. Ideas marco

1.1. Qué se entiende por evolución
1.2. Ha habido evolución
1.3. Evolución es distinto de darwinismo

2. Breve explicación del darwinismo

2.1. Variaciones espontáneas
2.2. Selección natural
2.3. Acumulación de variaciones
2.4. Otras ideas
2.5. Neodarwinismo

3. Algunas precisiones

3.1. Morfología y especie
3.2. Morfología y patrón
3.3. Origen y selección

4. Darwinismo y cientificismo

4.1. Sólo ciencia
4.2. Expulsión de Dios
4.3. Darwinismo y fundamentalismo
4.4. Nuevo conservadurismo

5. El darwinismo en problemas

5.1. Equilibrio puntuado
5.2. Especiación alopátrica
5.3. Observando y experimentando

6. Lo más actual

6.1. Premisas básicas
6.2. Cosas indiscutibles y problemas inexistentes

7. Errores de planteamiento

7.1. Paradigma genético
7.2. Lucha por la vida
7.3. Complejidad de la vida
7.4. Miopía del darwinismo

8. Conclusión

 

 Introducción 

Resulta muy difícil plantear una visión de conjunto medianamente completa de la evolución, debido a la complejidad de todas las discusiones que están actualmente en el mercado de las ideas. Debido a esta dificultad, enfocaré esta intervención más bien haciendo un elenco de las ideas más relevantes, que dan un marco básico de por dónde se mueven las tesis evolucionistas hoy. Al hilo de dicha exposición, se irán haciendo algunas observaciones críticas cuando sea necesario; por último, se darán algunos datos que permitan un atisbo de por dónde puede ir una explicación actualizada del fenómeno evolutivo.

 

 1. Ideas marco

 1.1. Qué se entiende por evolución 

Entendemos por evolución, de un modo genérico, la variación de las especies de los seres vivientes.En primer lugar, se hace necesaria una aclaración terminológica: muchas de las obras (tanto libros como artículos) sobre evolución emplean los términos corrientes en este campo con significados diversos; es vital, por tanto, aclarar el significado que les vamos a dar en esta exposición, para evitar caer en confusiones.

De un modo más específico, podemos distinguir dos tipos de evolución: la macroevolución y la microevolución.

Por macroevolución se entiende la aparición de nuevas especies por generación a partir de otras distintas.

Por microevolución se entiende la aparición de variaciones morfológicas dentro de una misma especie, es decir, la aparición de lo que se pueden denominar razas, subespecies o variedades, pero que siguen siendo inequívocamente de la misma especie.

 

 1.2. Ha habido evolución 

En segundo lugar, hay que subrayar que la evolución de las especies, en el sentido de macroevolución (que será el que empleemos habitualmente aquí), no es una realidad observada directamente, pero debe admitirse si se quiere mantener un mínimo de coherencia con lo que se lleva observado en múltiples disciplinas, y una lógica coherente: es la única deducción posible ante la evidencia de que existen fósiles de seres vivos que ahora no viven, y de que ahora existen seres vivos de los que no se encuentran fósiles; dado que ha quedado demostrado, fuera de toda duda, que la generación espontánea, en las circunstancias recientes del mundo, es imposible, la única deducción válida es que, en tiempos pretéritos, seres de una especie han dado lugar a seres de otra especie por generación. Esto es lo que llamaremos evolución.

Aparte de esta evidencia y deducción a partir de los fósiles, existen otras muchas evidencias que apuntan en la misma dirección: la constitución básicamente igual de todos los seres vivos, compuestos de proteínas, azúcares, información genética, membrana, sistemas respiratorios, etc. Tales coincidencias, abundantísimas, hablan de un origen común, y apoyan la idea de la evolución, es decir, la aparición de nuevas especies por generación.

 

 1.3. Evolución es distinto de darwinismo 

Otra fuente de confusiones consiste en la asimilación del proceso evolutivo con una de las explicaciones sobre él. Concretamente, se suele confundir, en esta época de predominio casi absoluto de la explicación darwinista, evolución con darwinismo. Sin embargo, una cosa es que seres de una especie hayan producido en el pasado seres de especies distintas, y otra las distintas explicaciones que se puedan dar a este fenómeno. El problema actual es que, dada la ausencia virtualmente casi completa de otras explicaciones aparte de la darwinista, todo el mundo viene a asimilar el fenómeno evolutivo con la casi única explicación en el mercado de las ideas.

Sin embargo, es evidente que es distinto un fenómeno que se desea explicar, y la explicación científica que se construye para dicho fenómeno. Cuestión distinta es si dicha explicación científica está o no razonablemente comprobada. Pero, independientemente de que esté bien comprobada o no, siempre serán distintos el fenómeno y su explicación.

Por este motivo, hay que mantener una clara separación conceptual entre los términos "evolución" y "darwinismo". Consecuentemente, aceptar el fenómeno evolutivo no implicará aceptar la explicación darwinista; y criticar la explicación darwinista no implicará negar el fenómeno evolutivo.

 

 2. Breve explicación del darwinismo 

Dada la predominancia de la explicación darwinista para el fenómeno de la evolución de las especies, es obligado proporcionar un breve resumen de sus ideas básicas. Aunque el tema no es tan sencillo como hablar simplemente de "darwinismo", pues desde la obra de Darwin ha pasado casi siglo y medio y se han añadido y quitado muchas cosas a sus tesis originales, seguiremos empleando este término como denominación genérica, tanto para la obra de Darwin como para todos sus derivados posteriores que admitan sus ideas básicas. Éstos han recibido otros nombres, que obviaremos en aras de la claridad expositiva.

El núcleo de la idea de Darwin, presentada en un artículo junto con Wallace, pero popularizada por su obra "El origen de las especies" (1859), consiste básicamente en la unión de tres ideas: variación, selección y acumulación.

 

 2.1. Variaciones espontáneas 

La variación, más que una idea explicativa, es propiamente una observación elemental de la naturaleza. En una población de animales de una especie no hay dos idénticos, sino que existen siempre pequeñas variaciones entre los diversos ejemplares. Es una cuestión que los ganaderos y quienes trabajan habitualmente con animales conocen sobradamente, pues la familiaridad les permite distinguir pequeñas diferencias que a un profano le pasan inadvertidas. Las pequeñas diferencias morfológicas o funcionales entre los diversos individuos son el punto de apoyo para toda la tesis de Darwin.

 

 2.2. Selección natural 

Darwin traslada esa consideración de la sociedad a la naturaleza y considera que la supervivencia de los seres vivos es algo difícil: se encuentran amenazados por múltiples peligros y problemas: escasez de alimento, problemas que da el clima, amenazas de los depredadores, etc. La vida es una dura lucha por la supervivencia. En esa lucha, sólo los mejor dotados están en condiciones de sobrevivir, y son los que pasarán a las generaciones siguientes. La naturaleza, debido a su carácter duro e implacable, criba las variaciones espontáneas, y hace que las formas de los seres de una especie varíen con el tiempo (por la eliminación de las formas menos aptas para sobrevivir).La selección es una idea que Darwin toma de Malthus y aplica a la naturaleza. Malthus, con su obra "Ensayo sobre la población" (1798), hizo popular entre las clases cultas inglesas la idea de que el ritmo de crecimiento de la población sigue una progresión geométrica mientras que la de los alimentos es aritmética. La consecuencia era, automáticamente, el hambre para el futuro. Dicho de otro modo: la vida del hombre era, según esa tesis, dura competencia por la supervivencia, simplemente por la escasez de alimento. En dicha tesis puede verse una proyección de la competencia comercial de la Inglaterra de los comienzos de la revolución industrial.

 

2.3. Acumulación de variaciones 

Por último, Darwin acepta que todo el proceso evolutivo se ha dado por acumulación progresiva de las pequeñas variaciones espontáneas que van siendo cribadas por la dureza de la selección natural. En algunos momentos se plantea abiertamente cómo han podido surgir, con un proceso tan elemental, todas las formas vivas que se observan, y afirma que, a pesar de sus dudas, se reafirma en su tesis, al pensar en el larguísimo tiempo que ha tenido este proceso para ir produciendo formas diversas.

 

 2.4. Otras ideas 

La obra original de Darwin contiene muchas otras ideas y sugerencias: no tiene rebozo en aceptar cuestiones como la herencia de los caracteres adquiridos (que, por aquel entonces, tenía cierto predicamento entre los biólogos) o las tesis ortogenéticas, que pretenden una tendencia interna de los seres vivos a ir variando.

Sin embargo, este eclecticismo no debe engañarnos: Darwin afirma explícitamente que, si se niega el fenómeno de la selección natural, toda su tesis se viene abajo. Lo cual significa que los otros fenómenos que menciona sólo ocupan un lugar marginal en su explicación de la evolución. Lo básico son las variaciones, la selección natural y la acumulación progresiva de los resultados de dicha selección.

 

 2.5. Neodarwinismo 

Como ya hemos mencionado, hablar de neodarwinismo así en bloque es demasiado somero. Sin embargo, sí se puede resumir que su principal aportación a Darwin (por medio de la teoría sintética de Hugo de Vries) es la adición de la teoría genética. Mientras que Darwin, al hablar de variaciones, se refería solamente a la constatación de una observación, el neodarwinismo afirma haber hallado la causa de este hecho: las variaciones azarosas de la información genética. En la formación de esta tesis es decisiva la aparición, a comienzos del siglo XX, de la teoría genética: aunque la herencia de caracteres entre generaciones de seres vivos es evidente, esta teoría los atribuye, por primera vez, a un componente material concreto dentro de la célula, inicialmente llamado el plasma germinal, posteriormente los genes, de los que sólo mucho más tarde se supo su estructura y su modo de llevar la información.

En esos comienzos, existía la tesis de que toda característica del ser vivo corresponde a un gen que determina de modo unívoco dicha característica. Por tanto, la teoría sintética se limita a reunir la observación de las variaciones y la explicación por la nueva teoría genética: las variaciones morfológicas o de otras características se deben a variaciones de los genes. Y, como estas variaciones son aparentemente erráticas, se corresponderían con variaciones casuales de los genes. Cuando las tesis de la genética se formalizan un poco más, esas variaciones casuales se transforman en mutaciones al azar. Es el concepto que hoy cualquier persona con conocimientos básicos de biología ha aprendido desde su infancia.

 

 3. Algunas precisiones 

Aunque, aparentemente, la explicación darwinista dé razón de la evolución biológica de un modo satisfactorio, encierra varios errores conceptuales y malentendidos de los que raramente se habla, pero que son básicos para entender su debilidad.

 

 3.1. Morfología y especie 

En primer lugar, la obra inicial de Darwin sólo muestra la palabra "especie" en el título de su obra. No aparece en todo el contenido del libro. De hecho, su explicación sólo intenta dar una razón para el cambio de morfología de los seres vivos, pero no de su especie. La cuestión de en qué consiste el cambio de especie por medio de acumulación de variaciones se ha introducido en el darwinismo de modo muy tardío, con el concepto de "especiación": hay cambios evolutivos, pero sólo algunos de ellos llevarían a cambios de especie, a especiación.

De hecho, el propio Darwin reconoce su desesperación y sus problemas, poco menos que insolubles, cuando intenta determinar, entre una serie de ejemplares que está describiendo, si se trata de especies distintas o se trata de variedades de una misma especie. Tras escribir un artículo científico en uno de los sentidos, no termina de verlo claro, lo deja de lado y lo escribe en el otro sentido; para, a continuación, volver a arrepentirse y volver al enfoque original. Podemos extraer de esta perplejidad de Darwin una lección muy clara: el cambio de especie no es un mero cambio de morfología.

 

 3.2. Morfología y patrón 

El problema de la determinación de la especie por medio de criterios exclusivamente científicos o biológicos es insoluble. De la especie hay evidencia intelectual: es la naturaleza o esencia de un ser vivo. Pero, dada la naturaleza de las evidencias que proporciona la ciencia, la ciencia sola no puede aportar nada al respecto. Debe de vivir a expensas de la evidencia ordinaria, y organizarse de acuerdo con ella, realizando un razonamiento que le permita identificar las especies a partir de sus evidencias científicas.

Cuando se aplica ese criterio de sentido común a la cuestión de la especie, se llega a la conclusión que, desde el punto de vista científico, una especie se caracteriza por tener un patrón morfológico estable (dentro de ciertas variaciones, más o menos grandes, que no lo desdibujan). Con la generación, los cruces, etc., aparecen variaciones entre los distintos individuos que no rompen con ese patrón estable.

Para explicar la evolución habría que explicar por qué aparecen nuevos patrones morfológicos estables: sería el único enfoque científicamente aceptable, pues busca algo material con sus propios métodos. Eso no se ha hecho nunca, ni tampoco se ha intentado seriamente (en parte, por el desenfoque de la cuestión producido por el propio darwinismo).

 

 3.3. Origen y selección 

Por último, es evidente que las tesis darwinistas parten de la evidencia de la variedad, pero no la explican. Con la llegada de la genética, ya en pleno siglo XX, dicha variedad se explica en términos de consecuencia de mutaciones al azar. Pero, como es bien sabido, el azar como causa es muy pobre, y difícilmente puede dar razón de nada; mucho menos de la riqueza, cada vez más abrumadora conforme la biología avanza en su descubrimiento, que muestra cualquier ser vivo, incluso el más elemental.

Lo que sí explica el darwinismo, en teoría, es la criba natural de las distintas formas (variaciones espontáneas) que adoptan los seres vivos. Su punto fuerte es la selección natural. De hecho, muchas personas, al simplificar en exceso las tesis darwinistas, atribuyen a la propia selección el origen de las formas adaptadas, lo cual es un error: la selección se limitaría a eliminar las formas no adaptadas, y a conservar las válidas. Pero, ¿de dónde salen esas formas adaptadas? Porque es aplastante para cualquier persona con sentido común que dichas formas no aparecen por casualidad.

 

 4. Darwinismo y cientificismo 

Hemos esbozado, muy someramente, un cuadro del panorama actual de la evolución, que es fundamentalmente visto desde una perspectiva darwinista. Y ya han empezado a surgir algunas cuestiones críticas. En este apartado y en los siguientes intentaremos esta visión crítica centrada en unos pocos puntos que nos han parecido de especial interés. Los primeros versarán sobre el sesgo cientificista de la explicación darwinista.

 

 4.1. Sólo ciencia 

Uno de los atractivos que han hecho muy popular la explicación darwinista en la época actual es la pretensión de que se trata sólo de una explicación científica. Cabría añadir que la única, pues, por el momento, no han aparecido explicaciones alternativas que se hayan hecho populares. Y el darwinismo, más o menos evolucionado, reina de modo indiscutido en el panorama actual.

Dentro de la cultura actual, que supone que la explicación más válida para la realidad es la explicación científica, disponer de una visión pretendidamente sólo científica (no lo es) del fenómeno evolutivo casa mucho con sus pretensiones globales de explicación del mundo.

 

 4.2. Expulsión de Dios 

Junto con la simpatía con la mentalidad cientificista actual, la explicación darwinista se presta al juego de las ideologías materialistas y mecanicistas. Durante el siglo XIX, las demás teorías sobre la evolución tenían un fuerte componente filosófico, en el que, junto con explicaciones que hoy denominaríamos científicas, continuaban apareciendo cuestiones que se podrían asimilar a la finalidad natural, tendencias naturales en la evolución de los seres vivos, etc., temas muy clásicos en los estudios de filosofía de la naturaleza.

Junto con esos temas, y a partir de ellos, la reflexión filosófica siempre había continuado sus razonamientos para terminar llegando a Dios, cuya existencia justifica, desde el punto de vista teórico, la existencia de esa finalidad, tendencias, etc., de la naturaleza.

Con el darwinismo, desde el momento en que la explicación se vuelve meramente científica y desaparecen esas consideraciones filosóficas (que son pertinentes), Dios ya no es necesario en el cuadro evolutivo (no pretendemos que Dios cree la evolución, sino que la observación de la naturaleza nos lleva, por reflexión, a considerar la existencia de Dios como fundamento de la realidad observada, evolución incluida). En suma, con el darwinismo, aparece la posibilidad de expulsar a Dios de la visión de la naturaleza en evolución, pues es una explicación "puramente" mecánica o biológica. Cuando los contemporáneos de Darwin le acusaron de ateo se daban cuenta de este extremo.

 

 4.3. Darwinismo y fundamentalismo 

Este matiz ateo de las tesis darwinistas (que se acentúa notablemente en muchos autores neodarwinistas posteriores) provocó una reacción por parte de los creyentes cristianos, que se ha prolongado, con diversas variantes, a lo largo del siglo XX, especialmente en el ámbito estadounidense. Básicamente, esa reacción supuso el rechazo conjunto de la idea de evolución biológica y de sus explicaciones darwinistas por su oposición, en su versión materialista, a las verdades religiosas sobre la creación y el mundo.

Así, aunque han tenido épocas de más actividad, han durado hasta hace poco los pleitos en Estados Unidos que pretendían que las escuelas públicas no podían enseñar las tesis darwinistas (o evolucionistas) más que como si se tratara de hipótesis, y que debía dedicarse el mismo tiempo de docencia a las tesis creacionistas, que debían plantearse como una alternativa a la explicación científica.

Estos planteamientos se producen gracias a un confusionismo de planos explicativos de la realidad (el científico y el filosófico), así como por una simplificación tanto de la postura científica (se reduce la evolución a su explicación darwinista y sólo se considera de ésta su versión materialista) como la religiosa (la creación se reduce a la producción directa por parte de Dios de todas las cosas al comienzo de su existencia, sin diferenciar la causalidad trascendente de Dios y la causalidad inmanente al mundo).

 

 4.4. Nuevo conservadurismo 

En los últimos años, este panorama de "guerra entre ciencia y religión" ha tomado un sesgo distinto, cuando, desde el propio campo de la ciencia, se han levantado voces críticas serias contra el darwinismo, en la escuela del intelligent design. Su idea de fondo es relativamente sencilla: el mecanismo preconizado por el neodarwinismo no es capaz de explicar la existencia de sistemas irreductiblemente complejos, que no pueden proceder de otros sistemas más sencillos por medio de ligeras variaciones, porque los sistemas más sencillos no son funcionales; hay un grado de simplificación máximo, más allá del cual no hay funcionalidad. Y la naturaleza está llena de ejemplos de esta complejidad irreductible, cuyo origen no puede ser explicado mediante el darwinismo.

La salida de esta escuela para explicar estos sistemas irreductiblemente complejos es afirmar que se trata de mecanismos que responden a un diseño inteligente, pues su funcionalidad tiene inserto un "para qué" evidente. Pero no entran en mayores profundidades filosóficas en esta explicación. Para más detalle sobre el intelligent design, puede verse la exposición del profesor Collado en este mismo curso, titulada Ciencia y trascendencia: Intelligent design.

Como es obvio, esta oposición al darwinismo (que el público y muchos biólogos interpretan como oposición a la evolución) se hace sin oponerle una visión religiosa de la vida. De este modo, la discusión anterior entre ciencia y fe se ha convertido, más bien, en una discusión entre liberales y conservadores, no teniendo estos últimos un anclaje explícito en ideas religiosas.

Como ya mencionamos anteriormente, en esta toma de actitudes contra el darwinismo (y contra la evolución, en la simplificación mencionada) ha influido decisivamente la labor de difusión científica de los evolucionistas materialistas y ateos, como pueden ser Sagan, Dawkins, etc. A base de presionar para crear un clima de opinión materialista, han conseguido una reacción, en parte visceral, en parte muy fundada, por quien no se considera materialista o ateo, y han vuelto a entrar en la explicación de la evolución cuestiones claramente filosóficas, aunque actualmente no lleven ese rótulo.

 

 5. El darwinismo en problemas 

Centrándonos de nuevo en el darwinismo, no podemos dejar de mencionar las dificultades de naturaleza exclusivamente científica que se le han opuesto en las últimas décadas. Sería demasiado largo intentar aducir siquiera las principales que se han barajado desde los años 70. No pueden ser desdeñadas obras como la de Grassé, que, desde su saber zoológico, apunta la insuficiencia radical del darwinismo simplemente para explicar lo que pretende explicar.

Por mostrar con cierta profundidad una de las dificultades apuntadas en estas décadas, describiremos la cuestión del equilibrio puntuado y la respuesta darwinista, la especiación alopátrica. Terminaremos apuntando brevemente otras dificultades de modo somero, para que se vea que el reinado de las ideas darwinistas no es indiscutido, a pesar de su predominio aplastante en la época actual.

 

 5.1. Equilibrio puntuado 

Ya desde el siglo XIX era evidente que los restos fósiles no seguían una gradación suave entre ellos. Según la explicación de Darwin, sin embargo, toda la evolución se ha dado por acumulación de variaciones minúsculas; por tanto, debían haber quedado restos de formas intermedias entre cualesquiera formas que sean claramente diferenciables. ¿A qué se debía esta disparidad?

En el siglo XIX se atribuyó a lo incompleto del registro fósil: no todo ser vivo deja restos fosilizados, y los restos que hubiera se estaban descubriendo, con lo que era lógico que no se encontraran esas formas intermedias entre los que estaban disponibles. Sin embargo, con el transcurrir de los años, el cuadro no cambiaba, y no ha cambiado hoy: no aparecen formas intermedias de transición entre otras formas claramente diferentes. Los nuevos descubrimientos de fósiles parecen venir a llenar un cuadro con escalones entre las distintas formas, no a suavizar la transición entre las formas ya conocidas.

El trabajo de Gould en los años 70 fue el que consagró la expresión "equilibrio puntuado" para este fenómeno: este autor, tras el estudio de una serie especialmente clara de fósiles, concluye que nuestra búsqueda de "eslabones perdidos" será probablemente infructuosa siempre, y que la evolución sólo ha dejado una huella a escalones.

Pero esto plantea al darwinismo ortodoxo un problema muy serio, pues no casaría con los hechos observados. La manera de hacer compatibles estas observaciones con las tesis darwinistas fue la hipótesis de la especiación alopátrica.

 

 5.2. Especiación alopátrica 

Ya Darwin había reflexionado sobre las pocas posibilidades que tiene una variación de transmitirse a la descendencia en una población grande con libertad para reproducirse entre sus diversos individuos: la característica que puede ser ventajosa se diluye en la población sin que tenga repercusión en la forma de los individuos de esa especie.

Esta dificultad, que había sido vista desde los inicios de la teoría sintética, fue explicada ya en los años 40 sosteniendo que ese fenómeno de dilución y desaparición de la nueva característica no tiene por qué darse si ésta aparece en una población pequeña, aislada de alguna manera del resto de los individuos. Lo más sencillo es una isla; de hecho, entre las plantas y animales que habitan en islas, es muy frecuente encontrar flora y fauna endémica, cuya existencia parece apoyar esta hipótesis.

Las observaciones de los años 80, con conchas de bivalvos del lago Turkana, vinieron a subrayar la inexistencia de formas intermedias con ese caso concreto bien analizado, planteando a la vez un serio problema: en qué ha consistido el aislamiento en esas circunstancias; y por qué en ocasiones hay saltos evolutivos y en otras las especies permanecen estables. De hecho, la revista Nature comentó estos hallazgos de comienzos de los 80 con un artículo preguntándose retóricamente si había caído la explicación darwinista (para responder que por supuesto que no, siguiendo su conocida línea editorial).

Aunque el problema es más complejo que el sucinto resumen aquí realizado, la apariencia es que la hipótesis de la especiación alopátrica es una explicación ad hoc confeccionada para salvar simultáneamente la explicación darwinista y los escalones en un registro fósil sin fallos.

 

 5.3. Observando y experimentando 

Obviamente, la cuestión de la evolución a saltos y la salida darwinista de la especiación alopátrica es sólo una de las dificultades que tiene planteadas la hipótesis neodarwinista. A modo de ejemplo, podríamos mencionar algunas más:

Aunque hemos mencionado que el aislamiento de una parte de la población de una especie se postula como necesario para su transformación en otra, nunca se ha podido relacionar un aislamiento concreto con una especiación concreta. Todo son solamente sospechas y datos sugestivos (como el de la fauna y flora en las islas). En ningún caso se ha demostrado que una determinada especie proviene de otra determinada por aislamiento en unas circunstancias concretas. Esto es una cuestión distinta de que no se haya demostrado tampoco ningún factor concreto implicado en la selección de lo que luego ha sido alguna especie concreta (cuestión también nada desdeñable).

Se han efectuado experimentos para intentar remedar el mecanismo de la selección natural actuando sobre la naturaleza y ver si funciona. Uno de los más clásicos fue el experimento de Kettlewell con la forma oscura de la mariposa Biston betularia, la geómetra del abedul. Kettlewell situó en un recinto cerrado troncos de abedul, mariposas y pájaros, y observó si los pájaros se comían más las formas claras u oscuras cuando los troncos estaban tiznados de hollín; los pájaros se comían con preferencia las más claras, que son más visibles contra ese fondo. Aunque el caso parecía incontrovertible, posteriormente se observó que, en la naturaleza, las mariposas no se posan sobre los troncos, sino sobre el envés de las hojas, donde no pueden ser vistas, sean claras u oscuras (dejando aparte cuestiones como que sus pájaros estaban hambrientos, o que las mariposas estaban muertas y pegadas con pegamento).

Otra línea de experimentación ha consistido en someter a condiciones ambientales forzadas a seres vivos de ciclo vital muy rápido, como bacterias o moscas, en que cabría conseguir alguna especiación en relativamente poco tiempo. Todos los experimentos en esta línea han resultado inútiles: sólo se han conseguido variaciones con respecto al tipo silvestre, que es el que vuelve a aparecer inexorablemente en cuanto cesa el factor externo de selección que hemos introducido artificialmente. Lo que nos lleva a otro problema: no está demostrado que la evolución, como fenómeno global (macroevolución), sea resultado de la acumulación de pequeños cambios (microevolución); es sólo una suposición a la que los darwinistas se aferran.

De todos modos, todos estos experimentos y observaciones están hechos alrededor de la idea darwinista, para comprobarla o refutarla. Pero el problema no es ese, sino explicar el origen de las nuevas formas de los seres vivos. Desde ese punto de vista, la cuestión de la selección no tiene nada que aportar, todo está en lo que se diga sobre la causa del origen de las nuevas formas (que, en todo caso, luego serán seleccionadas). Pero el darwinismo no dice nada al respecto, se limita a repetir que todo sucede por azar, aunque todos sabemos por experiencia que el azar explica muy pocas cosas, no es una causa que produzca sus efectos siempre o la mayor parte de las veces, como las demás causas; al buscar la explicación de la evolución, buscamos una causa auténtica, que explique un proceso de modo claro, con una ley interna, y la respuesta de atribuir el origen de las formas al azar es una salida por la tangente.

 

 6. Lo más actual 

El panorama del predominio neodarwinista absoluto, a pesar de las debilidades internas, se ha visto confirmado el año 2003 con la aparición de La estructura de la teoría de la evolución, obra póstuma Stephen Jay Gould, parte de cuyo hilo argumental resumiremos a continuación.

Se trata de una obra muy extensa (más de 1400 páginas), en la que cabría encontrar una revisión y refutación de todas las críticas que el darwinismo ha sufrido en las últimas décadas. Gould, darwinista convencido de reconocido prestigio, plantea, sin embargo, algo muy distinto.

 

 6.1. Premisas básicas 

Al inicio de la obra, con el estilo ensayístico que le caracteriza, Gould compara la teoría de la evolución con un árbol con una serie de puntos críticos que no pueden fallar: tronco, cruz, ramas. Si falla alguno de estos elementos, no tenemos posibilidad de que la estructura se mantenga.

En la teoría de la evolución (en la versión darwinista que él defiende) habría una serie de elementos similares que tampoco pueden fallar sin que la teoría se derrumbe. Concretamente se trataría de los tres elementos siguientes: las variaciones espontáneas de los seres vivos (debidas a variaciones genéticas al azar), la selección natural, y la afirmación de que todo el proceso evolutivo (macroevolución) se reduce a acumulación de pequeñas variaciones microevolutivas.

Cabría esperar que, a continuación, pasara a defender estas tesis de las numerosas críticas que han recibido. Concretamente, la reducción del origen de toda novedad biológica a cambios al azar no resiste un análisis medianamente serio, ni filosófico ni biológico; la selección natural, con su concepción de la naturaleza como una dura lucha por la supervivencia, no casa con la observación espontánea, en que la naturaleza parece más bien un derroche de vida con muy pocas dificultades (dejando aparte que no se ha conseguido concretar nunca qué significa la expresión "selección natural", pues cada autor da una versión distinta, ninguna comprobada, por lo que al cambio de especie se refiere); y, como dijimos, no está demostrado que la macroevolución sea microevolución acumulada, eso es una mera suposición.

 

 6.2. Cosas indiscutibles y problemas inexistentes 

Sin embargo, Gould no apunta ninguna defensa de estos puntos clave. Simplemente afirma que, si no aceptamos esos puntos básicos, nos quedamos sin una explicación para la evolución. Paradójicamente, una cuestión tan insustancial es el principal soporte actual para las tesis darwinistas: no hay ninguna alternativa medianamente detallada que dé razón de la evolución.

Se trata de un problema básicamente psicológico: a nadie le agrada estar rodeado de datos brutos, para los que no posee una clave interpretativa; y, ante esa tesitura, prefiere agarrarse a una explicación coja (o, por mejor decirlo, falsa, pues no se ajusta a los hechos observados) a quedarse con los meros datos, en espera de que alguien con suficiente ingenio apunte la dirección en la que debe ir una explicación adecuada.

Luego de esta afirmación inicial, toda la obra se dedica a perfilar cuestiones de detalle. Pero los problemas de fondo (azar como causa de las formas, selección, macroevolución como microevolución acumulada) se barren debajo de la alfombra. Esta actitud, que sería lógico encontrar en algún otro biólogo, o incluso experto en evolución, no deja de llamar la atención en Gould, en quien se habría supuesto una visión científica más crítica así como conocimientos suficientes como para apuntar alternativas serias a algunos puntos clave del darwinismo. ¿Fijación ideológica a las tesis darwinistas? Es una hipótesis plausible.

 

 7. Errores de planteamiento 

De todos modos, esta crítica, que sí puede ser válida en el caso de Gould, poseedor de un saber enciclopédico en estos temas, no lo sería en la mayoría de los demás autores darwinistas, debido a una serie de ideas preconcebidas en biología, excesivamente difundidas, que dificultan extraordinariamente a los biólogos ver otra solución distinta al darwinismo. Veamos los que me parece que son los principales de esos prejuicios, aunque podríamos sacar más a colación.

 

 7.1. Paradigma genético 

Como ya mencionamos, cuando Darwin escribió El origen de las especies, tomaba como parte de su explicación sus observaciones sobre la variación espontánea: no todos los ejemplares de una especie son iguales. Pero Darwin no apunta una causa para esa variedad morfológica, pues la biología no tiene explicación para ella en esa época.

Hay que esperar a Weisman, a comienzo del siglo XX, para encontrar una formulación de una explicación a este fenómeno. Weisman apunta la idea del "plasma germinal", es decir, de una parte del contenido líquido de la célula ("plasma") que sería la encargada de la transmisión de los caracteres hereditarios y otra parte que no tendría esa característica de transmitir caracteres a la descendencia. Ese "plasma germinal" sería el determinante de las características del individuo, y no el resto. Con el tiempo, esa noción fue perfilándose, con la de genes (las unidades de información), se supo que ese material informativo se encontraba en el núcleo de la célula, y, más tarde, su composición química y el modo de codificar la información (años 50).

De estos inicios quedó para la biología el paradigma genético: un carácter del individuo responde a un gen que lo codifica. Y, de acuerdo con esta idea inicial, se ha desarrollado la mentalidad de que los genes de los seres vivos tienen la clave para poder entender y dominar la biología. De hecho, la investigación biológica de las últimas décadas se ha volcado en ese terreno, movida en parte por esta presunción, que es mentalidad común en nuestra época.

Con esta idea en la mente de los biólogos se pudo desarrollar la teoría sintética, pues aportaba una explicación muy inmediata a la observación de Darwin de las variaciones entre los individuos de una población: si la forma está causada de modo unívoco por los genes, las variaciones de la forma se deberán a variaciones de los genes. Y si esas variaciones son aparentemente aleatorias, otro tanto cabría decir de las variaciones genéticas que las causan.

Este paradigma, que ha permitido el florecer contemporáneo de la genética, es actualmente insostenible, si se tienen en cuenta los avances en los conocimientos biológicos. Veremos en un apartado posterior esta cuestión con algo más de detalle.

 

 7.2. Lucha por la vida 

Otro segundo prejuicio que ha arraigado entre los biólogos, en buena medida por el reinado indiscutido durante más de medio siglo de las tesis darwinistas y su enseñanza desde edades tempranas, es la selección natural, que va asociado a la concepción de la naturaleza como un lugar de dura lucha por la supervivencia.

Esta visión de la naturaleza es, obviamente, una interpretación de las realidades observadas, que son mucho más modestas, y pienso que difícilmente pueden ser interpretadas de dicho modo. Con esto no quiero decir que la vida de los seres vivos carezca de problemas: toda actividad vital intenta mantener la propia individualidad y el medio no ayuda a ello, sino que debe mantenerse con esfuerzo por parte del ser viviente. Así, la homeostasis, sin ir más lejos, precisa procesos activos que mantengan el medio interno en unas condiciones razonablemente estables, independientemente de la situación exterior. Pero interpretar esa realidad elemental de los procesos vitales como "lucha por la vida", y afirmar que esa es una descripción adecuada de la escena de la naturaleza, es muy exagerado.

De todos modos, la extrapolación incorrecta creo que tiene otro origen: la observación de la depredación de unos seres vivos por otros. Se observan escenas de caza o de alimentación en que unos seres vivos dependen de la muerte de otros para vivir, y se extrapola que la vida de ambos es una lucha por la supervivencia, del depredador para conseguir su nutrición, y del depredado por escapar y sobrevivir. Puede que, para el individuo concreto, esta afirmación sea verdadera; pero una golondrina no hace verano: de la observación de una escena de caza no se puede deducir ni que la especie del depredador está en las últimas, ni que el depredado esté en peligro de extinción. Eso sólo puede afirmarse tras una observación de dichas especies de modo global.

Así, muchas especies que participan en escenas de caza, como pueden ser las sardinas y los bonitos, o las libélulas y las efímeras, no tienen el más mínimo problema para seguir existiendo durante generaciones. Su vida individual puede verse amenazada por un depredador concreto, pero eso no significa nada para la especie en su conjunto. Plantear la escena de la especie en conjunto, o la de la naturaleza en conjunto, como una dura lucha por la vida y la supervivencia a partir de unas cuantas observaciones de caza es una afirmación claramente desenfocada.

De hecho, las escenas de caza han sido observadas por el hombre desde hace miles de años y, sin embargo, sólo muy recientemente, tras la aparición de las tesis darwinistas, se ha interpretado la naturaleza como lucha por la vida. La interpretación de siempre, que es mucho más coherente con la realidad, es que el mundo es un conjunto armónicamente ordenado; en él se dan escenas de violencia, pero esto no implica que esa visión general de la naturaleza como orden deba ser modificada.

Se podrían aportar muchas observaciones en sentido contrario a la interpretación del mundo como lucha: los pájaros, cuando están en celo, lucen sus plumas más coloristas, se ponen muchas veces en un lugar bien visible y se ponen a cantar. Si su vida estuviera tan pendiente de un hilo, esas conductas serían inviables. En suma, el mundo es lugar básicamente pacífico. Que se lo pregunten a los periodistas que intentan filmar escenas de caza en la naturaleza y casi desesperan para lograrlo.

 

 7.3. Complejidad de la vida 

Otro de los prejuicios frecuentes de ver en biología se deriva del empleo del método científico analítico, que termina creando mentalidad de mecanismo para interpretar la realidad biológica. Como el método científico, para estudiar una cuestión, la aísla artificialmente del conjunto, y establece cómo funciona, quienes se han iniciado en ese tipo de estudios termina pensando que el ser vivo es una simple suma de tales mecanismos elementales que el estudio científico va descubriendo. Eso es un error de planteamiento.

Veamos, como ejemplo, la relación genes–forma: hoy está suficientemente claro que, aunque la expresión de algunos genes influye de modo decisivo en la aparición de las formas de los seres vivos, la forma no se relaciona de modo directo con la información genética. Su relación es muy indirecta: en la forma influye, indudablemente, la expresión de los genes durante el desarrollo; pero no sólo de unos pocos genes que determinan y gobiernan el desarrollo, sino de todos los genes que se expresan, así como de la interacción correcta de todos los elementos que componen el ser vivo y de los factores externos correspondientes.

La forma es el resultado de la interacción compleja de todos los elementos del ser vivo durante su desarrollo, y no la simple transcripción de una especie de plantilla contenida en la información genética (que sería ese mecanismo elemental que parecen buscar muchos biólogos): a fin de cuentas, los seres vivos son realidades complejas, unitarias, en las que todo tiene que ver con todo en mayor o menor medida, y la separación del factor genético no deja de ser una deformación derivada de la aplicación del método científico analítico; la realidad es la complejidad orgánica del ser vivo.

Por tanto, considerar que los cambios en un ser vivo se derivan simplemente de mutaciones al azar es, como mínimo, una simplificación excesiva. Si se ha de buscar el origen de las variaciones interindividuales de los seres vivos, habrá que fijarse en el desarrollo embrionario y buscar en él los factores reales (genéticos –algunos– y no genéticos –muchos–) que intervienen en la producción de la forma del ser vivo. Y habrá que separar, para su estudio y consideración, los distintos niveles posibles de acceso a la realidad: el mecanismo elemental (los genes y su expresión), interacciones bioquímicas de nivel superior (las proteínas producidas entre sí, y con los genes y demás sustancias presentes en la célula), e interacciones de otro tipo (de las células entre sí, de los tejidos entre sí). Reducir esta maraña al factor elemental de la expresión de los genes es un error de perspectiva.

Podemos añadir que la biología no está todavía en condiciones para poder dar una visión de conjunto del ser vivo en que se tengan en cuenta los principales niveles de interacción a la vez, pues tiene todavía enormes lagunas en sus conocimientos.

 

 7.4. Miopía del darwinismo 

Por último, aunque está relacionado con la visión cientificista que acabamos de mencionar, creo que se puede ver como algo independiente el peculiar enfoque que el darwinismo hace de la evolución, y que tiene mucho de visión incorrecta de la realidad.

Las tesis darwinistas apuntan como explicación biológica de la evolución la combinación, ya mencionada, de variaciones y selección natural. Aunque esta solución tiene, como hemos visto, numerosas dificultades, tiene la virtud de ser una explicación muy sencilla que, en primera instancia, parece dar razón de los hechos observados. Sin embargo, cuando se intenta profundizar en ella, la cuestión se complica, los significados heterogéneos o contradictorios de las expresiones se multiplican, y el panorama se vuelve bastante inextricable.

Precisamente en la aparente sencillez (factor que ha favorecido su triunfo) radica una de sus dificultades: el darwinismo, a raíz del "descubrimiento" de ese mecanismo, anuncia que explica la evolución. Extrapola así, a partir de un factor que puede que exista realmente, y afirma que todo en la evolución se reduce a lo que se deriva de ese mecanismo propuesto. Todos los demás posibles factores causales pasan a segundo plano o son considerados sin importancia; de hecho, en la enseñanza básica de la explicación biológica de la evolución, sencillamente desaparecen, lo que indica que son elementos relativamente accesorios.

Sin embargo, un estudio científico que pretenda ser serio no puede limitarse a asumir uno de los elementos que descubre en la realidad. Ésta es compleja, se puede observar a diversos niveles, y cada uno de ellos debe tener sus propias leyes y explicaciones. El darwinismo ha esquivado esta necesidad sencillamente expandiendo el mecanismo de selección a todos los niveles de observación posibles. Así, mientras que Darwin afirmaba que la selección criba individuos menos aptos, ahora se admite selección genética, de individuos, reproductiva, de poblaciones ... muchas de ellas afirmadas tan gratuitamente como la selección de individuos, a partir de pequeñas observaciones interpretadas como comportamientos globales de los sistemas estudiados.

Si se quiere responder la pregunta sobre el porqué de la evolución, es necesario abandonar esta actitud simplista, que sólo organiza una huida hacia delante, en vez de fijarse en los hechos, a todos los niveles (genético, embriológico, metabólico, de poblaciones, etc.), para a continuación establecer una visión sintética que explique razonablemente la realidad. Esto está aún por hacer, y la biología no se encuentra en condiciones de hacerlo ni ahora ni por mucho tiempo. Mientras, el darwinismo repite su cantinela: variaciones al azar y selección.

 

 8. Conclusión 

Llegados a este punto, se plantea la pregunta: si la explicación darwinista o neodarwinista no es cierta, ¿cómo se explica la evolución? Y la respuesta es sumamente sencilla: todavía no lo sabemos.

Con esta afirmación no se quiere significar que no tengamos ni la más remota idea de por dónde puede ir la explicación. De hecho, sabemos ya muchos datos sueltos, no sólo de tipo paleontológico, sino también de cuestiones de genética, parentescos entre diversas especies, paleometabolismo, etc. Aunque no tengamos todavía una explicación global que los aglutine formando un cuerpo coherente, no puede decirse que no sepamos nada.

También sabemos con bastante certeza que la explicación darwinista no es verdadera y las dificultades de método y las observaciones que nos hacen rechazarla. Aunque pueda parecer que se trata de una afirmación que nos deja en el vacío, no es así, pues no es lo mismo que no saber nada: es saber, y bastante, pues no todo biólogo está en condiciones de llegar a ese conocimiento, bien porque no sea su campo de trabajo, bien por errores de método como los mencionados antes, bien por otras razones. Y este conocimiento es orientador de futuras investigaciones, no es una simple puerta cerrada delante de nosotros.

Lo que está claro es que el miedo a quedarnos sin un marco de ideas en el que insertar los datos que poseemos no nos debe frenar en el rechazo al darwinismo, pues su aceptación desorienta la investigación posterior a cuestiones de dinámica de poblaciones, a la importancia de factores diversos como agentes selectivos, o hacia algunas cuestiones de genética, siempre bajo el paradigma darwinista del azar como causa. Es decir, el neodarwinismo enfocará todo su trabajo a saber lo que hacen los genes para generar la forma de los seres vivos (visión parcial), y las interacciones del ambiente que influyen en que una especie lo pase mejor o peor, o que ciertas conductas se vean favorecidas y otras perjudicadas.

Quedará así sin investigar la cuestión básica: ¿por qué aparecen patrones morfológicos nuevos en los seres vivos? Estos nuevos patrones morfológicos son lo que se puede verificar de una nueva especie desde el punto de vista científico. Y este punto clave es el que se abandona al azar como causa en el modelo darwinista, quedando así sin estudiar. Evidentemente, esto plantea muchas investigaciones en embriología y en otras disciplinas: el rechazo del darwinismo no sólo cierra puertas, también las abre.

Una vez establecida la explicación del origen de las nuevas formas de los seres vivientes, podremos plantearnos la causa de la desaparición de unas y de la supervivencia de otras. Pero esto es una cuestión de la criba posterior de formas que ya existen, criba que no explica, de ninguna manera, la existencia de las formas mismas. Y lo que nos interesa saber al estudiar la evolución es el origen de las formas. Sobre ese origen, el darwinismo no ha dicho nada en siglo y medio.