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La pieza del mes de mayo de 2016

UN RELOJ DE SOL EN LA VILLA DE MÉLIDA

Juan Manuel Garde Garde
Doctor en Ciencias Biológicas

 

Cuando todas las localidades pugnan por instalar modernos relojes digitales en sus calles y plazas, la villa de Mélida acaba de erigir un reloj de sol en el nuevo Parque junto al cementerio. La instalación de este reloj solar en el siglo XXI no pasaría de ser un anacronismo si no fuera porque el municipio y su ayuntamiento han querido con este gesto recuperar la memoria y rendir un homenaje al “Santo Hospital de la villa de Mélida” de cuyo edificio, hoy desaparecido, procede el reloj.

El Santo Hospital de la villa de Mélida
Como muchas otras localidades navarras, Mélida contó con un Hospital de Beneficencia, que se documenta desde el siglo XVI. Un administrador gestionaba sus cuentas y un hospitalero -con frecuencia mujer- atendía a los menesterosos y todo bajo el control de los Patronos: la iglesia parroquial y el consistorio. Durante al menos cuatro siglos, el hospital desarrolló una importante labor socorriendo a transeúntes, mendigos y vecinos necesitados. Su tarea fue especialmente encomiable en el siglo XIX, durante las diversas guerras que arruinaron la localidad y las epidemias de cólera que la asolaron. 

La ubicación del hospital dentro del casco urbano fue cambiando a lo largo de su historia, hasta que en 1835 se construyó el que había de ser edificio definitivo, gracias al mecenazgo de don Manuel Munárriz.
 

Casa del Santo Hospital antes de su demolición.  Fotografía y dibujo del autorCasa del Santo Hospital antes de su demolición.  Fotografía y dibujo del autor

Casa del Santo Hospital antes de su demolición. 
Fotografía y dibujo del autor

 

Don Manuel Munárriz, el mecenas
Los Munárriz eran una laboriosa familia asentada en Mélida desde el siglo XVII y propietaria de un extenso patrimonio, por lo que durante varias generaciones fueron la casa excusada de la villa, es decir, la más acaudalada. Manuel nació en 1748 y, al lado de su padre, aprenderá a administrar la hacienda familiar. A la edad de 29 años casó con la joven de Cadreita Josefa Lahuerta. Tuvieron dos hijos que murieron siendo niños, por lo que ahijó a un sobrino al que crió y educó como hijo propio.

Por diversas circunstancias, heredó todo el patrimonio familiar, al que sumó el procedente de su esposa. Además, fue un hombre emprendedor y hábil negociante, sabiendo gestionar en su beneficio la que se llamó Crisis del Antiguo Régimen. Sin duda, lo peor de la crisis llegó durante la cruenta guerra de la Independencia, cuando las contribuciones de los franceses y las requisas de los ejércitos y guerrilleros llevaron a la ruina a vecinos, monasterios y ayuntamientos, siendo la comarca de La Oliva una de las más castigadas. Como pescador en el río revuelto de esa época, Munárriz acrecentó su patrimonio comprando ganado, tierras -incluidas dos corralizas que la villa de Mélida tuvo que vender para hacer frente al pago de sus contribuciones-, molinos, bodegas, trujales, etc. 

Como muchos otros personajes de la época, al triunfo económico quiso sumar el ascenso social, y para ello, nada mejor que la adquisición de un título de nobleza. En 1817, tras un largo proceso en los tribunales, consiguió sentencia favorable sobre reconocimiento de hidalguía, lo que le permitía fijar el escudo de armas de su apellido en el frontis de su casa solariega, que años atrás se había hecho construir. Casa y escudo todavía se conservan en la calle Príncipe de Mélida. 

Sin embargo, poco tiempo disfrutará Munárriz de su título de nobleza. En julio de 1820, a los 72 años de edad, fallecía de “enfermedad corporal”. Meses después, la noche del 3 de enero de 1821, una partida de forajidos aragoneses cruzaba las Bardenas y asaltaba su casa. Tras torturar a la viuda, doña Josefa, para que les indicase dónde guardaba el dinero, los asaltantes huyeron con escaso botín. La mujer moriría días después a causa de las heridas y los ladrones serían posteriormente apresados, juzgados y condenados. Los tres cabecillas fueron ahorcados.

El edificio hospitalario
Al morir ambos cónyuges y posteriormente su ahijado sin descendencia directa, el cuantioso patrimonio que habían acumulado se repartió, por deseo expreso de don Manuel, en seis partes iguales, una para el Santo Hospital de la villa y las restantes para cinco sobrinas segundas. Con la herencia recibida, la institución benéfica decidió construir un nuevo edificio hospitalario, cuyo coste ascendió a 6.400 reales de vellón. Este se levantaba cerca de la iglesia, al comienzo del camino de La Oliva y fue una de las primeras construcciones que se hacían fuera del casco antiguo, iniciando la gran expansión urbanística que había de experimentar la localidad en los siglos XIX y XX.

La casa hospital era un edificio exento de tres plantas. La inferior albergaba los establos y graneros, la primera acogía a los enfermos y la superior era la vivienda del hospitalero. La fachada principal estaba orientada al sur. Una enorme piedra sillar que formaba parte de una de las jambas de la ventana central fue transformada en reloj solar. En su superficie tenía grabadas las señales horarias con números árabes. 

Reloj solar y su ubicación en el nuevo parque

Reloj solar y su ubicación en el nuevo parque

Reloj solar y su ubicación en el nuevo parque

Reloj solar y su ubicación en el nuevo parque

 

No deja de sorprender la construcción de este reloj solar cuando desde el siglo XVII funcionaba un reloj mecánico de pesas, que el consistorio y la iglesia habían hecho colocar en lo alto de la torre parroquial. En cualquier caso, el reloj solar tuvo una vida efímera. En 1861 se construyó la nueva Casa consistorial frente al Hospital, proyectando su sombra sobre la fachada e inutilizando el reloj solar. Quizá no fue sino un presagio de lo que terminaría ocurriendo con el propio hospital. 

El desarrollo de un sistema sanitario público y universal a mitades del siglo XX dejó obsoleto al Santo Hospital. Tras la muerte del último hospitalero en 1953, el edificio se dedicó a diferentes usos municipales. El progresivo deterioro del inmueble impulsó al ayuntamiento a ordenar su demolición en 1987, abriendo una pequeña plaza frente a la Casa consistorial y conservando un fragmento del muro original como mudo testigo de su existencia. 

Igualmente se apartó y guardó la piedra labrada de la jamba con el reloj solar. La misma que esta primavera se ha reconstruido y emplazado en el parque situado al final del camino, ahora ya calle, de La Oliva, y donde casi cien años después vuelve a marcar la hora. Eso sí, hora solar.



BIBLIOGRAFÍA
-GARDE GARDE, J.M., “La beneficencia rural en Navarra (siglos XIX y XX): el Santo Hospital de la villa de Mélida”, Sancho el Sabio: revista de cultura e investigación vasca, 26, 2007, pp. 51-94. 
-GARDE GARDE, J.M., “Hidalgos y escudos heráldicos en la villa de Mélida (Navarra)”, Revista del Centro de Estudios Merindad de Tudela, 22, 2014, pp. 7-38.